Page 126 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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         puede   ser  el  único  gen  del  envejecimiento,  aunque  otros  investigadores  ofrecen  contendientes.
         Según la opinión general, el envejecimiento parece ser poligenético, pues involucra la colaboración
         de varios genes al mismo tiempo, quizá de muchos. Además, el descubrimiento de estos interruptores
         no  significa  que  se  haya  hallado  qué  los  hace  funcionar.  Pueden  ser  mecanismos  cerebrales
         desconocidos los que controlan los interruptores genéticos, y es casi seguro que estos mecanismos
         varían según la vida y la experiencia de cada individuo.
            No se discute que el cuerpo puede registrar el paso del tiempo. Quienes proponen la existencia de
         un reloj biológico han rastreado los orígenes de los biorritmos internos del cuerpo hasta un pequeño
         grupo  de  neuronas  situadas  en  el hipotálamo, que se conoce como núcleo supraquiasmátíco. Esta
         masa de tejido, no mas grande que el extremo de un lápiz, regula el sentido corporal del tiempo. Pero
         con  hallar  el  reloj  biológico  del  cuerpo  no  se  resuelve  el  misterio  del  envejecimiento,  porque  el
         hipotálamo está conectado al resto del cerebro, el sistema endocrino y el sistema inmunológico. To-
         dos y cualquiera de ellos podrían estar involucrados, pues poseen una formidable inteligencia propia.
            Nuestro cuerpo es inteligente por doquier. Los elementos químicos cerebrales no se segregan sólo
         en  la  cabeza:  también  los  producen  la  piel,  el  estómago,  los  intestinos  y  el  corazón.  Los  glóbulos
         blancos que flotan por el sistema inmunológico están dotados de idénticos receptores para los neu-
         rotransmisores: forman una especie de «cerebro flotante». La piel segrega más hormonas endocrinas
         que  el  sistema  endocrino  en  sí.  M-1  y  M-2  son  fascinantes  fragmentos  de  esta  vasta  red  de
         inteligencia.  Michael  West  ha  formado  una  empresa  para  ver  si  se  puede  hallar  una  droga  que
         manipule  estos  genes.  Pero,  así  como  se  descubrió  que  el  uso  de  la  interferona  para  combatir  el
         cáncer provocaba efectos colaterales horrendos, grandes gastos y pocos resultados, los esfuerzos de
         West tienen mucho camino por recorrer antes de lograr algún beneficio para las células fuera de los
         tubos  de  cristal.  La  ingeniería  genética,  hasta  el día de hoy, incluye procedimientos altamente peli-
         grosos, tales como el transplante de médula ósea, que es una operación drástica. Hasta ahora, entre
         los  organismos que han visto prolongada su vida por la manipulación genética, los más avanzados
         son las moscas de la fruta, las levaduras y los nematodos. Creo que la aplicación de esta tecnología
         a los seres humanos es improbable.
            Sin embargo, esta rama de la gerontología está impregnada de un optimismo que gotea hasta el
         periodismo  popular.  «Si  desarrolláramos  maneras  de  reparar  los  tejidos  envejecidos  con  células
         embriónicas,  en  la  próxima  década  podríamos  agregar  treinta  años  saludables  a  la  vida  humana»,
         dijo un profesor de medicina de Virginia, al que hizo eco un colega de Texas: «Posiblemente dentro
         de  treinta  años  tendremos  dominados  a  los  principales  genes  que  determinan  la  longevidad  y
         estaremos en condiciones de duplicar, triplicar y hasta cuadruplicar nuestro tiempo de vida máximo...
         Es posible que algunas de las personas existentes en la actualidad estén todavía con vida dentro de
         cuatrocientos años.»
            Un investigador de Luisiana, más moderado, dijo: «Podemos descubrir que es posible prolongar la
         vida considerablemente más, tal vez hasta un 100 por ciento, lo cual nos daría cien o ciento veinte
         años adicionales.» Otros gerontólogos no se atreven a dar cifras específicas, pero nada les falta en
         cuanto  a  entusiasmo.  «Creo  muy  posible  que  prolonguemos  la  vida  humana  mucho  más  allá  de lo
         que jamás se ha soñado», dijo un investigador de Colorado que había tenido éxito con un nematodo,
         un gusano transparente del tamaño de una coma.
            Bajo   la  superficie  de  estas  fantásticas  predicciones  de  los  genetistas  con  respecto  al
         envejecimiento se esconde algo perturbador. A los estadounidenses les gusta imaginar que el ingenio
         técnico resuelve cualquier problema. Como los ingenieros de IBM, que modifican computadoras para
         hacerlas más veloces y eficientes, los gerontólogos intentan mejorar la máquina humana. La teoría es
         que,  con  unos  pequeños   retoques  bioquímicos,  se  puede  dar  al  cuerpo  más  eficiencia,  menor
         propensión  a  las  averías  y  mayor  duración  contra  el  desgaste.  Si  hay  un  campo  dedicado  a  ver  el
         cuerpo como algo insensato e intrínsecamente defectuoso, ese campo es la genética.
            Como otros modelos reduccionistas, la visión genética del envejecimiento no presta atención a la
         vida como un todo. A diferencia del salmón del Pacífico, los seres humanos no son títeres del destino
         biológico. Ahora mismo existen poblaciones que han superado ampliamente la presión elevada, las
         enfermedades    arteriales  y  las  infecciones  infantiles,  que  tienen  baja  proporción  de  cánceres
         importantes,  etcétera.  El  problema  es  que  ninguna  cultura,  por  sí  sola,  combina  todas  estas
         características  favorables.  Cuando    tratemos   de   alcanzar  una   longevidad   que   satisfaga
         completamente los deseos de la persona, descubriremos que el ADN puede cambiar para adecuarse
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