Page 121 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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LONGEVIDAD SIN LIMITES
El futuro de un improbable sobreviviente
Parece lógico que sean las criaturas más fuertes aquellas que vivan más, pero en ese caso el mono
desnudo .sería mal candidato para la longevidad. Cuando de bebés salimos del vientre en estado de
total indefensión, a diferencia del caribú del Ártico, por ejemplo, cuya cría cae a la tundra directa-
mente desde el vientre, cobra de inmediato su porte bamboleante y, pocas horas después, camina
satisfecho junto con el rebaño. Como bien sabemos, los recién nacidos humanos no pueden siquiera
sentarse ni cambiar de posición.
Las cosas que podemos hacer apenas salidos del vientre (succionar, tragar, salivar, emitir hipos,
parpadear, bostezar, toser, estornudar, estirarnos, llorar y dormir) no son muy útiles para la
supervivencia, exceptuando las dos primeras: succionar y tragar, que nos permiten alimentarnos. (El
bebé presenta también ciertos reflejos que deben de haber facilitado la supervivencia a nuestros
remotos antepasados. Un recién nacido humano es capaz de cerrar la mano con tanta fuerza que
puede sostener su propio peso si se lo levanta, probable eco del bebé mono que se aferraba al pelaje
de su madre; pero este espectro del pasado genético desaparece al cabo de dos meses.)
Casi todas las bestias han evolucionado de algún modo para proteger su ADN de los elementos,
ya con caparazones, plumas, pelajes o escamas. Pero la piel humana está desnuda y es tan delgada
que resulta fácil de atravesar. Nuestro ADN es vulnerable al viento, la lluvia, el frío y el calor; hasta
permanecer algunas horas al sol nos torna susceptibles al cáncer. Tras años de maduración (muchos
más de los que requiere cualquier otro mamífero), los humanos aún no pueden correr con suficiente
velocidad para escapar de leones y tigres; si decidimos detenernos y presentar combate, nuestros
dientes, uñas y puños representan una defensa patéticamente inadecuada.
Por lo unto, tiene poco sentido que el hombre viva más que ninguna otra criatura de sangre
caliente, hasta 115 y 120 años. Al menos un hombre de la actualidad, un isleño japonés llamado
Shigechiyo Isumi, llegó a ese límite. Isumi, nacido dos meses después del asesinato de Lincoln, en
1865, murió 120 años y 237 días después, en 1986. Su médico dijo que Isumi-san se mantuvo sano y
lúcido hasta pocos meses antes de su muerte. En su undécima década, aún daba una caminata
diaria y bebía la cerveza de arroz de la zona.
En El Libro Guinness de los Récords Mundiales hay una encantadora foto suya, que lo muestra
como un duende oriental, con su larga barba nivea, rodeado por doce niños nacidos en su aldea
desde su 110 cumpleaños.
Otras personas, sin certificados de nacimiento que merezcan fe, pueden haber vivido tanto o más
que Isumi. Se cree que el estadounidense Arthur Reed tenía 124 años cuando murió en 1984; eso
significa que había nacido en el año en que Lincoln fue elegido por primera vez. En la actualidad, la
persona de más edad parece ser la francesa Jeanne Louise Calment, de 117 años. Como los
gobiernos y los organismos de salud no son muy confiables cuando se trata de seguir el rastro a
longevos, los más notables son los que menciona el Libro Guinness, generalmente por su valor
publicitario; recientemente mencionó a tres mujeres: una galesa de 112 años y dos estadounidenses
de 115, como las más ancianas del mundo. (El hecho de que todos estos posibles récords sean
mujeres está de acuerdo con la ventaja que el sexo femenino tiene sobre los hombres durante toda la
vida; entre los centenarios, las mujeres superan en número a los hombres por dos a uno.)
Casi todos los estudios de longevidad mencionan en primer término a la tortuga gigante, que es de
sangre fría, con un tiempo de vida de 150 años por lo menos. Se registró a un espécimen de esa
edad que vivía en un viejo fuerte de la isla Mauricio, en el océano índico. A esta tortuga en particular
se la capturó siendo adulta y no murió de vejez, sino por accidente, al caer desde un emplazamiento
para cañones que se había podrido. Técnicamente hablando, una colonia coralina puede ser
considerada como un solo organismo, de vida sumamente larga; aunque los pólipos individuales no
sobreviven mucho tiempo, la colonia entera perdura miles y miles de años.
Entre los mamíferos, nuestros competidores más cercanos en cuanto a longevidad son las
grandes ballenas, que pueden llegar a los 100 años y más; cierta ballena azul regresó todas las
temporadas a su territorio de alimentación, frente a las costas de Australia, durante casi todo un siglo.
En las mejores condiciones, los elefantes pueden sobrevivir hasta los 70 años. Pero entre los
mamíferos pequeños el tiempo de vida se reduce drásticamente: ratones, camarones y ratas sólo