Page 164 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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         más difícil de encarar.
            En  la  edad  adulta,  el  envejecimiento  nos  hace  pensar  en  la  pérdida;  por  eso  nos  obliga  a  mirar
         dentro  de  ese  vacío  que  se  abrió  en  la  niñez.  Liberar  de  la  muerte  es  el  objetivo  de  todas  las
         religiones: «Oh, Muerte, ¿dónde está tu aguijón? Oh, tumba, ¿dónde está tu victoria?», pregunta San
         Pablo en su epístola a un pequeño grupo de cristianos de Corinto. Luego proporciona la respuesta:
         «El  aguijón  de  la  muerte  es  el  pecado»,  refiriéndose  al  error  y  la  pérdida  de  la  gracia.  En  otras
         palabras, la muerte es el resultado de la separación del hombre con respecto a lo Divino, que carece
         de muerte. Por implicación, la inmortalidad es nuestra verdadera vida.
            Pero ¿qué hay del canario, el gato o el perro que murieron en nuestra infancia? El animal pereció
         sin tener ninguna de esas creencias teológicas. Sin embargo, decir que un animal ha muerto es poner
         las cosas en términos humanos. Miremos el árbol que está frente a la ventana. ¿Está vivo o muerto?
         Ambas   cosas  a  la  vez:  sus  hojas  viejas  están  muertas,  al  igual  que  la  semilla  de  la  cual  brotó.  La
         madera   interior  del  tronco  está  muerta,  exceptuando  el  delgado  anillo  de  cambium.  de  apenas  un
         milímetro y medio, que alimenta las hojas, a su vez compuestas mayormente de fibras de celulosa no
         viviente.  Cuando  se  desprendan,  en  el  otoño,  sus  esqueletos  muertos  caerán  a  tierra,  pero  hasta
         entonces son parte del árbol viviente.
            Más  aún:  el  alimento,  el  aire y el agua que circulan por el árbol no están más vivos que cuando
         existían encerrados en rocas y gotas de lluvia. El suelo que sustenta al árbol es sólo piedra molida y
         materia descompuesta de árboles anteriores. Lo que llamamos árbol vivo es un compuesto de vida y
         muerte; cualquier división entre una y otra está principalmente en nuestra cabeza. Cualquier planta,
         cualquier animal, es sólo una etapa en el constante ciclar y reciclar de elementos que se desarrolla
         eternamente.   Todo  ese  ciclo  es  la  vida  y  la  variación  es  lo  viviente.  El  hecho  de  que  tratemos  de
         congelar  el  ciclo  en  una  instantánea  diciendo:  «Ahora  este  árbol  está  vivo;  ahora  este  árbol  está
         muerto», representa el modo en que funciona nuestra mente. Como tenemos miedo a la decadencia y
         la desintegración, las etiquetamos como muerte, cuando en verdad son sólo cambio.
            Al igual que el árbol, el canario es sólo una etapa de la vida. En un momento anterior el canario era
         un huevo; antes, una célula fecundada; antes todavía, semillas de alpiste comidas por su madre, que
         convirtió  el  alimento  en  el  huevo  a  poner.  Después  de  morir,  el  canario  se  descompondrá;  sus
         elementos nutrirán a las plantas y las plantas darán semillas para alimentar a otras aves. ¿Qué parte
         de  esta  ronda  incesante  es  muerte,  si  acaso,  y  cuánto  de  ella  es  sólo  nuestra  visión  de las cosas,
         incluyendo la de nosotros mismos? Tal vez pienses que la muerte es un hecho horrible que te espera
         en el futuro, cuando en verdad hay partes de tu cuerpo que mueren a cada segundo. El recubrimiento
         de tu estómago muere parcialmente cada vez que digieres una comida, sólo para ser reemplazado
         por otro tejido nuevo. Lo mismo puede decirse de la piel, el pelo, las uñas, las células sanguíneas y
         cualquier otro tejido.
            Quizá  supones  que  la  muerte  es  tu  enemigo,  pero  todas  esas  células  mueren  para  mantenerte
         vivo.  Si  tu  recubrimiento  estomacal  no  muriera  para  ser  reemplazado  una  y  otra  vez,  los  jugos
         gástricos te abrirían un agujero en el estómago al cabo de pocas horas; entonces morirías todo tú. El
         límite entre lo vivo y lo muerto se torna muy difuso cuanto más miras. Hay partes de tu cuerpo mucho
         más vivas que otras. Los músculos tienen un metabolismo más rápido que la grasa; las células del
         cerebro,  el  corazón  y  el  hígado  rara  vez  se  duplican  después  del  nacimiento,  si  acaso  alguna,
         mientras  que  las  del  estómago,  la  piel  y  la  sangre  se  reemplazan  en  cuestión  de  días,  semanas  o
         meses.
            Un extraño hecho de la anatomía humana es que si pudiéramos, de algún modo, retirar todas las
         células  de  nuestro  cuerpo,  la  forma  remanente  aún  se  parecería  mucho  a  una  persona.  Nuestras
         partes estructurales semejan un arrecife de coral, erguido por sí solo, compuesto de hueso minerali-
         zado  más  ligamentos,  tendones,  tejido  conjuntivo  y  agua,  con  todas  las  células  metidas  dentro,  tal
         como los pólipos de coral están metidos en el arrecife calcificado que han segregado.
            Al  igual  que  el  arrecife,  que  lleva  el  océano  circundante  dentro  de  sí,  somos  salmuera  en  dos
         terceras  partes.  Pero  estas  partes  muertas  de  nosotros  intercambian  libremente sus átomos con el
         medio: cuando son heridas, curan; si se les aplica presión, cambian lentamente de forma para aliviar
         la tensión. Siendo así, ¿cuánto de mi cuerpo está vivo y cuánto muerto?
            Hasta  decir  «mi  cuerpo»  implica  una  división  que  no  existe  necesariamente.  ¿El  aire  de  mis
         pulmones es parte de mi cuerpo? En ese caso, ¿qué decir del aire que voy a aspirar o del que acabo
         de exhalar? El mundo de «allí fuera» está compuesto por billones de átomos que fueron en un tiempo
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