Page 48 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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ambos, temes el rechazo y te inquietas o criticas cuando otros disienten contigo. Tienes tu modo
de hacer las cosas y no te gustan las sorpresas. Probablemente eres obsesivamente ordenado,
con muchas preocupaciones ocultas, o por el contrario, muy desorganizado, propenso a fuertes
reacciones ante los acontecimientos exteriores, uno tras otro.
La finalidad de esta prueba no es hacer que te sientas superior o inferior, sino acicatear el
crecimiento consciente. El denominador común de toda la gente adaptable es que se esfuerzan
diariamente en mantener la conciencia abierta. La mayor parte de este libro está dedicado a ese
trabajo; considero que no hay en la vida propósito más elevado que el tratar de abrir la conciencia
hasta experimentar la realidad en todo su impacto, con toda su belleza, su verdad, su maravilla y su
carácter sagrado. La conciencia reducida se presenta cuando no se vive a fondo ni se aprecia la vida.
Esta tendencia suele ser tan sutil que los daños tardan meses y años en evidenciarse, pero el rastro
de pistas es muy obvio para quien desee observar. Los cambios de edad que se desarrollan en la
mente y en el cuerpo son los productos finales de haber cedido sin pensar a supuestos rígidos,
creencias y opiniones. Algunos, por ejemplo, han absorbido la idea de que en la ancianidad perderán
la memoria, expectativa frecuentemente reforzada por quienes creen en la «antigua vejez».
Esas personas, en cuanto cumplen los 55 o los 60 años, comienzan a preocuparse por cualquier
pequeño fallo de la memoria, a pesar de que todos jóvenes o viejos, tenemos fallos ocasionales. La
memoria es algo curioso. Uno no puede obligarse a recordar nada, pero sí puede obligarse a olvidar.
Una manera de hacerlo es bloquear un recuerdo con nerviosismo. ¿Recuerdas la última vez que, en
medio de una emergencia, tuviste que llamar a tu casa? Corriste a un teléfono público en estado de
nerviosismo y, en cuanto levantaste el receptor, te pasó por la mente el pensamiento: «¿Cuál es mi
número? ¡No puedo recordar mi número!» Este pensamiento no desaparece hasta que te calmas y
dejas que se retire la niebla de ansiedad; entonces el recuerdo puede surgir espontáneamente.
Algunas personas se afligen tanto por la perspectiva de envejecer que no pueden sino infiltrar esa
aflicción en todas las situaciones en que deben recordar algo: el nombre de un amigo, una dirección,
el sitio donde dejaron sus llaves. Empiezan a tratar de controlar su memoria («Bueno, ¿voy a olvi-
darme de esto?»), con lo que no hacen sino empeorar las cosas hasta quedar atrapados en un
círculo vicioso: convencidos como están de que los acosa la senectud, se imponen la pérdida de
memoria al no permitirse la tranquilidad necesaria para que la conciencia pueda obrar.
El desarrollo de cualquier rasgo del carácter comienza temprano en la vida y empieza a exhibirse
hacia la edad madura. La mejor manera de asegurarse la adaptabilidad para la vejez es esforzarse en
serlo cuando aún se es joven. Así lo demostró un estudio clásico que George Vaillant, el psicólogo de
Harvard, inició hace cincuenta años. Tomó a 185 jóvenes varones estudiantes de Harvard durante la
Segunda Guerra Mundial y controló su salud durante casi cuarenta años. Vaillant descubrió que, aun
si alguien parecía perfectamente saludable en su juventud, tenía probabilidades de morir prema-
turamente si reaccionaba mal ante el estrés, caía en depresiones o era psicológicamente inestable.
De los hombres que tenían la mejor salud mental, sólo dos contrajeron enfermedades crónicas o
murieron hacia los 53 años. Sin embargo, de los 48 cuya salud mental era más deficiente, 18 (casi
diez veces más) murieron o contrajeron enfermedades crónicas antes de llegar a esa edad.
Vaillant llegó a la conclusión de que el envejecimiento temprano (definido como declinación física
irreversible) se retardaba con la buena salud mental y se aceleraba con la mala salud mental. Los
años más formativos para establecer estas condiciones, según descubrió, eran los comprendidos en-
tre los 21 y los 46, porque ése es el período en que una persona suele establecer una segura
sensación del yo, pese a los traumas infantiles más terribles, o fracasar en ese intento. Una vez que
se planta la semilla, los resultados de la salud mental se presentan físicamente durante la
cincuentena. Esa última parte de la edad madura es la peligrosa década que solemos llamar «la zona
de peligro», porque es entonces cuando aparecen en gran número los ataques cardiacos prematuros,
la hipertensión descontrolada y muchos tipos de cáncer.
Para expresarlo en términos más generales. Vaillant descubrió que el proceso de envejecimiento
es algo aprendido. Las personas que tienen buena salud mental enseñan a sus cuerpos a envejecer
bien; las personas deprimidas, inseguras e infelices enseñan a sus cuerpos a envejecer mal. Aunque
Vaillant observó que solía haber mayor estrés en la vida de quienes contraían enfermedades crónicas
y morían jóvenes, tuvo la inteligencia de comprender que no es el estrés lo que enferma a la gente,
sino el renunciar a la adaptabilidad interior ante el estrés. La mayor amenaza contra la vida y la salud