Page 88 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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            Lo más llamativo de estas consecuencias del estrés prolongado es que, en conjunto, se parecen
         mucho   al  envejecimiento.  La  hipertensión,  las  úlceras,  la  impotencia,  el  desgaste  muscular  y  la
         diabetes  son  señales  comunes   del  envejecimiento.  Los  ancianos  tienen  menor  resistencia  a  la
         enfermedad y la senilidad parece vincularse directamente con la pérdida o el daño de las neuronas
         del  cerebro.  Superficialmente,  estos  síntomas  no  parecen  relacionados,  pero  se  unifican  como
         resultados extremos de la respuesta al estrés. Los investigadores del estrés han demostrado que la
         excitación  sólo  se  presenta  al  comienzo  de  la  tensión.  Si  la  amenaza  no  cesa,  la  excitación  se
         convierte  en  agotamiento,  pues  el  cuerpo  no  puede  volver  al  metabolismo  anabólico  normal  que
         construye reservas de tejido y energía. Por lo tanto, los ancianos parecen víctimas de la neurosis de
         guerra, agotados por una exposición demasiado larga a la lucha de la vida.
            Al progresar el envejecimiento, universalmente se produce una declinación pareja en la respuesta
         al  estrés.  La  gente  de  más  edad  tarda  más  en  recobrarse  del  estrés  y  tolera  menos  las  tensiones
         fuertes (por ejemplo, es sumamente raro que una persona joven muera de pena, hecho que se hace
         más   frecuente  con  el  envejecimiento).  Esta  declinación  es  más  que  una  caída  en  línea  recta:  se
         duplica  exponencialmente.  Esto  significa  que  un  año  de  ancianidad  produce  tanto  deterioro  en  la
         respuesta  al  estrés  como  dos  años  de edad madura. En la gente muy anciana puede requerir sólo
         seis meses; con el correr del tiempo, el instinto de volver al equilibrio se quiebra por completo y hasta
         las  tensiones  más  leves  (un  ataque  de  gripe,  una  caída  sin  gravedad,  la  pérdida  de  una  pequeña
         suma de dinero) se tornan sumamente difíciles de soportar.
            Cuando se culpa al estrés de una enfermedad, la gente deduce precipitadamente que el problema
         es  un  estrés  excesivo;  en  realidad,  el  fallo  está  en  el  mecanismo  de  resistencia  del  cuerpo.  Los
         ratones  que  sufren  por  exceso  de  descargas  son  un  buen  ejemplo:  si  sus  cuerpos  tuvieran tiempo
         para recobrarse entre una descarga y otra, los animales no sufrirían daño. Pero la frecuencia de las
         descargas abruma a la fisiología y, con el correr del tiempo, agota su capacidad de volver a lo normal.
            Cuando   Hans  Selye  presentó  el  concepto  de  estrés  en  la  década  de  los  treinta,  supuso  que  un
         potente factor exterior de tensiones, como una herida física, el hambre, la exposición al calor o al frío,
         la falta de sueño, provocarían en cada oportunidad la misma respuesta al estrés. Pero no resultó así.
         Cuando se priva de alimento a dos monos por un período largo, sus cuerpos reaccionan produciendo
         glucocorticoides, las hormonas del estrés con las que ya estamos familiarizados. Ante el peligro de
         morir por inanición, el cuerpo de los monos debe empezar a descomponer sus músculos a fin de so-
         brevivir.  Pero  si  se  proporciona  a  uno  de  los  monos  agua  artificialmente  edulcorada,  que  no  tiene
         ningún  valor  nutritivo,  sus  niveles  de  glucocorticoides  no  ascienden,  pese  a  que  en  realidad  no  ha
         recibido ningún alimento. El mono percibe que su situación ha mejorado y eso basta para indicar a su
         cuerpo que la amenaza de inanición ha pasado.
            En muchos sentidos, las investigaciones sobre el estrés no se han recobrado de este asombroso
         descubrimiento. ¿Cómo puede ser que un espejismo de comida sustituya al alimento real? La única
         respuesta posible, a mi modo de ver, es que el mono se sentía alimentado desde dentro, y su cuerpo
         aceptaba esa percepción de satisfacción como alimento. La teoría del estrés debe modificarse para
         incluir la vinculación mente-cuerpo, pues elementos invisibles tales como la interpretación, la creencia
         y la actitud tienen una enorme importancia en el funcionamiento real de la respuesta al estrés.

            Etapas de estrés

         Cuando experimentas una tensión, tu reacción tiene tres fases: 1) el suceso que produce la tensión;
         2) la evaluación interna que haces de él; 3) la reacción de tu cuerpo. Lo que hace de la respuesta al
         estrés algo tan difícil de manejar es que, una vez iniciada, la mente ya no tiene control sobre ella. En
         situaciones totalmente inadecuadas, como el encontrarse en medio de un atasco de tránsito o recibir
         críticas  en  el  trabajo,  se  puede  activar  la  respuesta  al estrés sin esperanzas de que pueda cumplir
         con su objetivo: luchar o huir.
            La vida moderna está llena de hechos externos que producen estrés que no pueden ser evitados.
         Una ciudad es, esencialmente, una monolítica máquina de estrés, que produce ruido y contaminación
         ambiental,  junto  con  velocidad  excesiva,  hacinamiento,  crímenes  y  rudeza. Con respecto a un solo
         factor  de  tensión  siempre  imperante,  la  contaminación  por  ruido,  los  estudios  sugieren  muchos
         efectos perjudiciales: la incidencia de trastornos mentales se eleva bajo los corredores aéreos, en las
         cercanías  de  los  aeropuertos;  los  niños  que  viven  cerca  del aeropuerto de Los Angeles tienen una
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