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Vaticano, Irán y los Estados Unidos), encabezaron la democratización e independencia de las
repúblicas que componían la URSS. Pero en ningún momento hubo ningún partido trotskista que
interviniese de forma directa en este proceso. Y, sin embargo, durante muchos años la propaganda
oficial estalinista se encargó de culpar a conciencia a Trotski, al traidor, de todos los males de la
Nación. Orwell no vivió para ver este proceso, pero la lógica planteada en 1984 es la misma.
Goldstein es el enemigo oficial, pero en la práctica no es relevante para derrocar el régimen. No
cuenta con agentes, los que se presentan como miembros de la Hermandad son en realidad sicarios
del Gran Hermano, y su ideología es casi inexistente, apenas un puñado de obviedades. Las
esperanzas de Winston siempre estuvieron puestas en los proles, los miembros de la sociedad más
ajenos a las proclamas del Gran Hermano, algunos de ellos incluso conscientes de que hubo un
pasado anterior al Gran Hermano en el que existía un nivel de vida equiparable o superior al actual.
Para ellos, en cierto modo el Gran Hermano no existe.
Porque esta es la pregunta fundamental: ¿existe el Gran Hermano? El Gran Hermano irrumpe en
la historia de Oceanía en un momento inconcreto. Winston cree recordar que en torno a la década de
los 60, veinte años antes de la fecha en que transcurre la novela. A diferencia de Goldstein, el Gran
Hermano no participó en la Revolución, al menos con ese título. El Gran Hermano no realiza
apariciones en público. Es glorificado, es el líder, el conductor del ejército hacia la victoria sobre el
enemigo externo, el garante de la victoria sobre la disidencia interna, el caudillo que proporcionó
todos los adelantos científicos y técnicos conocidos a sus amantísimos hijos, es el padre, es el dios.
Pero nadie recuerda haberlo visto en persona. Nadie recuerda en qué momento apareció en la vida
pública. No tiene un origen definido, es un ser casi mítico sin historia, en una sociedad que, gracias
a la manipulación ideológica e informativa, sabe que la historia no existe, que lo que hoy es mañana
no será, no habrá sido nunca.
¿Existe el Gran Hermano? La pregunta es difícil de responder. Tal vez sí, tal vez no. ¿Existe
Goldstein? Por lo que hemos visto, es cierto que en un pasado remoto existió un Emmanuel
Goldstein, pero no es el mismo contra el que alertan las autoridades, pues el Goldstein actual no
existe, es una mera invención, una herramienta represora más. Tenemos, pues, a un Goldstein que
en el pasado existió pero en la actualidad es sólo un nombre, una franquicia que encarna al mal, y a
un Gran Hermano, su opuesto, que no tiene pasado, nadie sabe en qué momento apareció en escena
y representa todos los valores positivos de la sociedad. Todas las atrocidades represoras se cometen
en nombre del Gran Hermano. Todas las atrocidades que conducen a la represión se cometen en
nombre de Goldstein. Sin las primeras, no se podrían justificar las segundas, que son la razón de ser
del Régimen. Goldstein y el Gran Hermano se necesitan mutuamente y, si el primero no existe, ¿por
qué habría de hacerlo el segundo? O son la misma persona o no son ninguna persona en absoluto.
La decisión queda a la libre interpretación de cada cual.
Según leemos en Teoría y práctica del colectivismo oligárquico, es probable que Eurasia y Asia
Oriental tengan sus propios Grandes Hermanos (y, suponemos, sus Goldstein particulares). En un
ejercicio de imaginación, podemos suponer que si Eurasia es la evolución lógica de una Europa
continental invadida por la Unión Soviética, ambos papeles correspondan a los propios Stalin y
Trotski, respectivamente. Lo cual nos lleva a preguntarnos si Stalin y Trotski, de manera análoga al
Gran Hermano y Goldstein, existen en realidad. Y, más allá, si existen la propia guerra en la que se
sustentan el Gran Hermano y su régimen o incluso si existen los tres grandes bloques que pugnan en
esa guerra.
Queda un último punto por analizar. 1984 es la historia de la resistencia de un individuo,
Winston, a ser absorbido por todo un sistema. En toda distopía que se precie, este intento está
abocado al fracaso. El D-503 de Nosotros es reinsertado en la comunidad. Bernard Marx y el
Salvaje de Un mundo feliz padecen destinos diferentes, pero ambos se saldan con derrota: el
primero es deportado a Islandia, el segundo se ahorca ante su desesperación por la sociedad perfecta
descrita por Huxley. Winston y Julia se traicionan mutuamente y a ellos mismos y son vaporizados
en 1984. Toda forma de lucha del individuo frente al sistema represor es una quijotada que no
puede acabar bien. Frente a ello, sólo cabe una opción: integrarse en la multitud, de modo que no
puedan anularte como persona. Si no piensas como la masa, al menos camúflate bien entre ella. En