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LA «INEVITABILIDAD» DE LA PLANIFICACIÓN

               sociedad su propio juicio de valor sobre un objetivo particular; y las espe-
               ranzas de algunos de ellos se cumplirían, indudablemente, pues una socie-
               dad planificada perseguirá algunos objetivos más que la del presente.Locura
               sería negar que los ejemplos conocidos de sociedades planificadas o semi-
               planificadas suministran ilustraciones sobre este punto: que hay cosas que
               las gentes de estos países deben por entero a la planificación. Las magnífi-
               cas autopistas de Alemania e Italia son un ejemplo a menudo citado, aunque
               no representan una clase de planificación que no sea igualmente posible en
               una sociedad liberal.Pero no sería menor locura citar estos ejemplos de exce-
               lencia técnica en campos particulares como prueba de la superioridad gene-
               ral de la planificación. Sería más correcto decir que tan extremas excelen-
               cias técnicas, desproporcionadas con las condiciones generales, son prueba
               de una mala dirección de los recursos. A todo el que ha corrido por las fa-
               mosas autopistas alemanas y ha observado que su tráfico es menor que el
               de muchas carreteras secundarias de Inglaterra,le quedarán pocas dudas acerca
               de la escasa justificación de aquéllas,en lo que a finalidades pacíficas se refiere.
               Otra cuestión es si se trata de un caso en que los planificadores se decidie-
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               ron en favor de los «cañones» y en contra de la «mantequilla» . Mas, para
               nuestros criterios, esto no es motivo de entusiasmo.
                  La ilusión del especialista, de lograr en una sociedad planificada mayor
               atención para los objetivos que le son más queridos, es un fenómeno más
               general de lo que la palabra especialista sugiere en un principio. En nues-
               tras predilecciones e intereses, todos somos especialistas en cierta medida.
               Y todos pensamos que nuestra personal ordenación de valores no es sólo
               nuestra, pues en una libre discusión entre gentes razonables convencería-
               mos a los demás de que estamos en lo justo.El amante del paisaje,que desea,
               ante todo,conservar su tradicional aspecto y que se borren del hermoso rostro
               natural las manchas producidas por la industria, lo mismo que el entusiasta
               de la higiene,que pretende derribar todos los viejos caseríos pintorescos,pero
               malsanos, o el aficionado al automóvil, que aspira a ver cortado el país por
               grandiosas carreteras,y el fanático de la eficiencia,que ambiciona el máximo
               de especialización y mecanización, no menos que el idealista que, para el



                  8. Al corregir este texto me llega la noticia de haberse suspendido las obras de conservación de
               las autopistas alemanas.

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