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CAPÍTULO V
PLANIFICACIÓN Y DEMOCRACIA
El gobernante que intentase dirigir a los particulares en
cuanto a la forma de emplear sus capitales, no sólo echaría
sobre sí el cuidado más innecesario, sino que se arrogaría
una autoridad que no fuera prudente confiar ni siquiera a
Consejo o Senado alguno; autoridad que en ningún lugar sería
tan peligrosa como en las manos de un hombre con la locura
y presunción bastantes para imaginarse capaz de ejercerla.
ADAM SMITH 1
Los rasgos comunes a todos los sistemas colectivistas pueden describirse,con
una frase siempre grata a los socialistas de todas las escuelas, como la orga-
nización deliberada de los esfuerzos de la sociedad en pro de un objetivo social
determinado. Que nuestra presente sociedad carece de esta dirección «cons-
ciente» hacia una sola finalidad, que sus actividades se ven guiadas por los
caprichos y aficiones de individuos irresponsables, ha sido siempre una de
las principales lamentaciones de sus críticos socialistas.
En muchos aspectos esto plantea muy claramente la cuestión fundamen-
tal y nos dirige, a la vez, al punto en que surge el conflicto entre libertad
individual y colectivismo. Las diversas clases de colectivismo: comunismo,
fascismo,etc.,difieren entre sí por la naturaleza del objetivo hacia el cual desean
dirigir los esfuerzos de la sociedad. Pero todas ellas difieren del liberalis-
mo y el individualismo en que aspiran a organizar la sociedad entera y todos
sus recursos para esta finalidad unitaria, y porque se niegan a reconocer las
1. [Adam Smith, An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, ed. de R.H.
Campbell y A.S. Skinner, vol. 1 de The Glasgow Edition of the Works and Correspondence of Adam
Smith, op. cit., libro 4, capítulo 2, p. 456. —Ed.]
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