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CAMINO DE SERVIDUMBRE
No es difícil ver cuáles serán las consecuencias si la democracia se lanza
a una carrera de planificación que en su ejecución requiera más conformi-
dad que la que de hecho existe.La gente puede ponerse de acuerdo para adop-
tar un sistema de economía dirigida porque esté convencida de que produ-
cirá una gran prosperidad. En las discusiones que a esta decisión llevasen,
el objetivo de la planificación se habría descrito con una expresión tal como
el «bienestar común», que no hace sino ocultar la falta de un acuerdo real
sobre los fines de la planificación. El acuerdo sólo existirá de hecho sobre el
mecanismo utilizable. Pero es un mecanismo que sólo puede utilizarse para
un fin común; y la cuestión del fin preciso hacia el que ha de dirigirse toda
la actividad surgirá tan pronto como el poder ejecutivo tenga que traducir
la demanda de un plan único en la materialización de un plan particular.
Resultará entonces que el acuerdo sobre la deseabilidad de la planificación
no encuentra apoyo en un acuerdo sobre los fines a los que ha de servir el
plan. El efecto del acuerdo general respecto a la adopción de una planifica-
ción centralizada, sin un acuerdo sobre sus fines, sería como si un grupo de
personas se comprometiesen a pasar un día juntas, sin lograr acuerdo sobre
el lugar preferido,con el resultado de que todas se verían forzadas a una excur-
sión que la mayor parte de ellas no desearían en modo alguno. Uno de los
rasgos que más contribuyen a determinar el carácter de un sistema plani-
ficado es que la planificación crea un estado de cosas en el que nos es nece-
sario el acuerdo sobre un número de cuestiones mucho mayor de lo que es
costumbre, y que en un sistema planificado no podemos limitar la acción
colectiva a las tareas en que cabe llegar a un acuerdo, sino que nos vemos
forzados a llegar a un acuerdo sobre todo, si es que ha de ser posible una
acción cualquiera.
Puede suceder que el pueblo haya expresado unánimemente el deseo de
que el parlamento prepare un plan económico completo, sin que para ello ni
el pueblo ni sus representantes necesiten estar de acuerdo sobre plan alguno
en particular.La incapacidad de las asambleas democráticas para llevar a término
lo que parece ser un claro mandato del pueblo causará, inevitablemente, in-
satisfacción en cuanto a las instituciones democráticas mismas. Los par-
lamentos comienzan a ser mirados como ineficaces tertulias,incapaces de reali-
zar las tareas para las que fueron convocados. Crece el convencimiento de
que, si ha de lograrse una planificación eficaz, la dirección tiene que quedar
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