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CAMINO DE SERVIDUMBRE

                  tan sólo y siempre una fracción infinitésima de las necesidades de todos los
                  hombres.
                     Sobre este hecho fundamental descansa la filosofía entera del individua-
                  lismo. Este no supone, como se afirma con frecuencia, que el hombre es in-
                  teresado o egoísta o que deba serlo. Se limita a partir del hecho indiscu-
                  tible de que la limitación de nuestras facultades imaginativas sólo permite
                  incluir en nuestra escala de valores un sector de las necesidades de la socie-
                  dad entera, y que, hablando estrictamente, como sólo en las mentes indivi-
                  duales pueden existir escalas de valores, no hay sino escalas parciales, esca-
                  las que son, inevitablemente, diferentes y a menudo contradictorias entre
                  sí. De esto, el individualista concluye que debe dejarse a cada individuo,
                  dentro de límites definidos, seguir sus propios valores y preferencias antes
                  que los de otro cualquiera, que el sistema de fines del individuo debe ser
                  supremo dentro de estas esferas y no estar sujeto al dictado de los demás.
                  El reconocimiento del individuo como juez supremo de sus fines, la creencia
                  en que,en lo posible,sus propios fines deben gobernar sus acciones,es lo que
                  constituye la esencia de la posición individualista.
                     Esta posición no excluye, por lo demás, el reconocimiento de unos fines
                  sociales, o, mejor, de una coincidencia de fines individuales que aconseja a
                  los hombres concertarse para su consecución. Pero limita esta acción común
                  a los casos en que coinciden las opiniones individuales.Lo que se llaman «fines
                  sociales» son para ella simplemente fines idénticos de muchos individuos o
                  fines a cuyo logro los individuos están dispuestos a contribuir, en pago de
                  la asistencia que reciben para la satisfacción de sus propios deseos. La acción
                  común se limita así a los campos en que las gentes concuerdan sobre fines
                  comunes. Con mucha frecuencia, estos fines comunes no serán fines últi-
                  mos de los individuos, sino medios que las diferentes personas pueden usar
                  con diversos propósitos. De hecho, las gentes están más dispuestas a con-
                  venir en una acción común cuando el fin común no es un fin último para
                  ellas, sino un medio capaz de servir a una gran variedad de propósitos.
                     Cuando los individuos se combinan en un esfuerzo conjunto para rea-
                  lizar fines que les son comunes,las organizaciones,como el Estado,que forman
                  con ese propósito reciben sistemas de fines propios y medios propios. Pero
                  la organización así formada no deja de ser una «persona» entre otras; en el
                  caso del Estado,mucho más poderosa que cualquier otra,cierto es,pero también

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