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CAMINO DE SERVIDUMBRE

                  desarrollo de la personalidad, quiere conservar el mayor número posible de
                  artesanos independientes, todos saben que sólo por medio de la planifica-
                  ción podría lograrse plenamente su objetivo;y todos desean,por este motivo,
                  la planificación.Pero,sin duda,adoptar la planificación social por la que claman
                  no haría más que revelar el latente conflicto entre sus objetivos.
                     El movimiento en favor de la planificación debe, en gran parte, su fuerza
                  presente al hecho de no ser aquélla, todavía, en lo fundamental, más que una
                  aspiración, por lo cual une a casi todos los idealistas de un solo objetivo, a
                  todos los hombres y mujeres que han entregado su vida a una sola preocupa-
                  ción. Las esperanzas que en la planificación ponen, no son, sin embargo, el
                  resultado de una visión amplia de la sociedad, sino más bien de una visión
                  muy limitada, y a menudo el resultado de una gran exageración de la impor-
                  tancia de los fines que ellos colocan en primer lugar. Esto no significa reba-
                  jar el gran valor pragmático de este tipo de hombres en una sociedad libre,
                  como la nuestra, que hace de ellos objeto de una justa admiración. Mas, por
                  eso, los hombres más ansiosos de planificar la sociedad serían los más peli-
                  grosos si se les permitiese actuar, y los más intolerantes para los planes de
                  los demás. Del virtuoso defensor de un solo ideal al fanático, con frecuencia
                  no hay más que un paso. Aunque es el resentimiento del especialista frus-
                  trado lo que da a las demandas de planificación su más fuerte ímpetu, difí-
                  cilmente habría un mundo más insoportable —y más irracional— que aquel
                  en el que se permitiera a los más eminentes especialistas de cada campo
                  proceder sin trabas a la realización de sus ideales.Además, la «coordinación»
                  no puede ser,como algunos planificadores parecen imaginarse,una nueva espe-
                  cialidad. El economista es el último en pretender que posee los conocimien-
                  tos que el coordinador necesitaría. Postula un método que procure aquella
                  coordinación sin necesidad de un dictador omnisciente.Pero esto significa pre-
                  cisamente la conservación de algún freno impersonal, y a menudo ininteli-
                  gible, de los esfuerzos individuales, del género de los que desesperan a todos
                  los especialistas.










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