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INTRODUCCIÓN

                  Aunque Lange y Durbin habían desaparecido, el sueño de un socialismo
               de mercado entre los economistas teóricos parecía no tener fin, y su más re-
               ciente revival se produjo tras el colapso del bloque soviético en el último
               decenio del siglo XX. Es fácil explicar su longevidad: para los que buscan una
               tercera vía,el socialismo de mercado es un sistema ideal.En discusiones más
               recientes la crítica original de Hayek se ha visto reforzada sustancialmente
               con argumentos adicionales, algunos provenientes de la economía de la
               información que identifican problemas estimulantes, y otros del análisis de
               las opciones públicas que identifican los obstáculos políticos que se le presen-
               tarían a un régimen semejante. 97  Pero quizá baste decir, como Hayek hizo
               en 1948,que mientras esté por llegar un ejemplo del mundo real de este «inge-
               nioso proyecto», es mejor considerarlo una construcción interesante sólo
               para los especialistas, sin que tenga particular relevancia para el mundo en
               que vivimos realmente.
                  Una última crítica se ha denominado a veces la «inevitable tesis» o el argu-
               mento de la «resbaladiza sensiblería»: se dice que Hayek dijo que, una vez
               que una sociedad adopta una pequeña planificación, está condenada a termi-
               nar como estado totalitario.Uno de los defensores de esta acusación era Durban,
               según el cual Hayek creía que «todo lo que se aleja de la práctica de la libre
               empresa, toda esperanza de que la razón y la ciencia puedan aplicarse para
               dirigir la actividad económica,todo intento de planificación económica deberá
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               llevarnos sin remedio a la servidumbre…» Si la afirmación de Durbin sobre
               la tesis de la inevitabilidad parece inusualmente rígida, no era el único que
               pensaba que Hayek había dicho que toda expansión del estado sobre la
               economía conduciría necesariamente a un resultado totalitario. Aquellos
               que interpretaban así a Hayek recorrían el espectro ideológico desde Barbara
               Wootton a George Stigler. 99  Paul Samuelson expresó esta idea a través de
               un diagrama en su libro de texto sobre los principios de economía,colocando


                  97. Véase Bruce Caldwell,«Hayek and Socialism»,Journal of Economic Literature,vol.35,diciem-
               bre de 1997, pp. 1.856-90, sobre los debates más recientes.
                  98. Durbin, op. cit. En su reseña, Durbin acusó repetidamente a Hayek de ser acientífico u hostil
               a la ciencia, ejemplificando claramente la visión del mundo positivista contra la cual Hayek tantas
               veces combatió.
                  99. Véase Barbara Wootton, Freedom under Planning, cit., pp. 28, 36-37, 50, y George Stigler,
               Memoirs of an Unregulated Economist (Nueva York: Basic Books, 1985), p. 146.

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