Page 168 - Biografia
P. 168

Yo Beto: Una Historia Chévere para contar



               Donde este negrita, descansa en paz…! Y gracias por todo lo que hiciste por mi…!


                                DOCTOR GONZÁLEZ




               Desde pequeño les tenía miedo a los dentistas (así se les decía en mi época, ahora
            se les dice odontólogos) algunos con especialidad de mecánicos dentales, este ángel
            tenia ambas profesiones, era egresado de la universidad nacional, y el profesional de
            esta institución, sale bien preparado, es más preparado que un ajiaco santafereño.


               El doctor González, otra coincidencia con el apellido, tuvo como su auxiliar de odon-
            tología a mi negra, por lo tanto, ella preocupada por el desastroso estado de mi den-
            tadura, utilizo una táctica conmigo que no le fallo, cual fue…? El amor, el hacerme
            caer en cuenta de las oportunidades  que iba a perder por mi pésima presentación
            personal, con mis dientes como protagonistas  negativos.  Y ya me había pasado,
            cuando me presente al examen, ante el ministerio de comunicaciones, para obtener
            mi licencia de locutor primera clase, que pudo haber sido la N° 2935. El jurado califica-
            dor, que era donde uno debía presentarse para el examen oral, era muy estricto, antes,
            debía pasar por el examen escrito (eran 100 preguntas de cultura general, donde obtu-
            ve 70 bien) luego pasaba ante el jurado, frente a una cámara de televisión, leyendo la
            programación de música de emisoras extranjeras, o de la HJCK.


               El jurado estaba compuesto por Alberto Piedrahita, Pacheco, Armando Osorio Herre-
            ra, Heliodoro Otero, David Cañón Cortes y Jorge Antonio Vega, ellos después de escu-
            charme, me dijeron: “Señor Barahona, su dicción y vocalización son deficientes, y
            eso es por el estado lamentable de su dentadura, por favor, arréglela y se vuelve
            a presentar”, ustedes no saben cómo me sentí, salí muy frustrado y con pena conmigo
            mismo.


               Les contaba sobre  la táctica de Libertad  para  solucionar  mi problema,  cero vio-
            lencia,  cero gritos, cero imposiciones,  para que  aceptara  el tratamiento  odontológi-
            co  y  cero  obligarme  a  ir  al  odontólogo.  Simplemente  como  estábamos  empezando
            nuestro noviazgo (cuando yo estaba más tragado que calzoncillo de torero), me decía:
            “Betico, amor, bebe, me acompañas a donde el doctor González, que debo llevar a la
            niña al control de los dientes…?” la niña, que tenía como xx años (para no meterme
            en problemas no digo cuantos) era la sobrina de ella, o sea Patricia Díaz, la hija de mi
            cuñada América.  A los ocho días, la negra me decía: “Papi, (o sea yo), me acompañas
            donde el doctor González, que mi hermana (o sea poncha) tiene control…?”. Y yo iba
            cayendo (afortunadamente para mi bien), en la red, que Libertad, la negra, había tejido,
            para que me dejara hacer el tratamiento, con el tiempo me entere, que entre mis dos
            ángeles (el doctor González y Libertad), habían armado el plan que siempre les daba
            resultado, en pacientes nerviosos y miedosos como yo.





                                                            168
   163   164   165   166   167   168   169   170   171   172   173