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Yo Beto: Una Historia Chévere para contar



            no  podía  hablar,  y  toda  mi  comida  era  liquida  o  echa  naco,  el  dolor,  ni  les  cuento,
            estos dos ángeles fueron una pareja “berraca” en odontología. Vinieron suturas e im-
            presiones para las prótesis, arriba y abajo (que después de más de 30 años, todavía
            las tengo).


               En medio de estas cirugías, hubo cambio de consultorio, de la casa del doctor Gon-
            zález, a un sitio mucho más cachetudo, sector, clínica Bartolomé de las casa, barrio
            Morato.


               La cuenta fue costosa, bendito  sea mi Dios, mis otros dos ángeles  (poncha  y la
            negra), asumieron todos los gastos e incapacidad. Gracias a los cuidados post-ope-
            ratorios de mi Dios, primero que todo, después de los de mi madre y de la negra y
            poncha. No hubo hospitalización, afortunadamente, después de un mes de suplicio,
            no se presentaron, ni infecciones, yo siempre he tenido buena coagulación, no se pre-
            sentaron complicaciones, todo salió perfecto. Por eso, estimados lectores y lectoras, si
            yo estoy por ahí cerca, dígame: “Oye Beto, muéstrame tu sonrisa”, y vera que calidad…!


               Doy gracias a Dios y a mis dos ángeles, porque por ellos soy feliz con mi salud dental
            y, por lo tanto, pude desempeñar mi profesión de locutor comercial, deportivo y empre-
            sarial, con gran éxito. Ahora si caen en cuenta, estimados lectores y lectoras, porque
            les narre, con tanto detalle, este episodio de mi vida, con mi ángel, el doctor Gonzá-
            lez…?. Si yo no hubiera tenido la dentadura que tengo, nunca me hubiera podido ganar
            el pan… con el sudor… de la lengua…!




                                 ALBERTO RAMÍREZ






               Desde que comencé el proceso de incorporación a industrial de gaseosas (INDEGA)
            embotelladora autorizada de Coca-Cola, para esa época (1975), quería conocer a este
            personaje que, según mis averiguaciones, como buen cronista y periodista que soy, fue
            la persona que, como contador general de la embotelladora de Bogotá, revoluciono un
            departamento tan importante dentro de la pirámide estructural de la compañía, como
            era el de liquidador, donde yo iba a entrar a trabajar.

               Alberto Ramírez siempre fue un genio osado e innovador, administrativamente ha-
            blando, con una calidad y relación humana increíble, por eso decide venderle la idea
            a las directivas de la empresa, de incorporar muchachos bachilleres, para darle más
            agilidad y profesionalismo a este departamento, que era por donde se fiscalizaba el in-
            greso de todas las ventas diarias de la embotelladora, imagínense, estimados lectores
            y lectoras, lo que había hecho el señor Alberto Ramírez, nada más que organizar el flujo
            de ingresos de billetes, para el sostenimiento de la embotelladora más importante del



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