Page 174 - Biografia
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Yo Beto: Una Historia Chévere para contar



            estábamos trabajando,  a saber manejar  los tragos que nos daban  en los even-
            tos, a saber capacitar  al personal  de degustadoras  e impulsadoras  que teníamos
            a cargo. Fue parte fundamental para el desarrollo de mi vida profesional, conjunta-
            mente con los otros dos ángeles (Carlos Osma y Hugo Loaiza), para que yo la pa-
            sara del “carajo”, a pesar de que mi trabajo era muy complicado,  desgastador  y
            muy pesado… y no se ría  que es enserio,  porque eso de bailar,  animar a los de-
            más  y  tomar  trago  dosificadamente  mientras  se  trabaja,  es  pesado…  y  mamón…!


               Actualmente, este ángel, después de 40 años de tratarnos, sigue siendo mi amigo
            personal y de eso, estoy orgulloso. A veces nos reunimos, recordamos viejos tiem-
            pos y  bebemos el trago que nos gusta, ya muy moderadamente,  por aquello  de la
            edad de ambos, naturalmente. Ya retirados del mundanal ruido y disfrutando de nuestra
            merecida pensión, le doy un millón de gracias al mocho viejo, al Raúl espinosa, al hom-
            bre grande y generoso de Cogua (C/marca) que tuve el agrado de conocer.


               Para Raúl mil y mil gracias, sin su amistad y profesionalismo, yo no hubiera podido
            ser el promotor número uno que fui, por algo me dijo Raúl Espinosa, cuando me cono-
            ció: “Compañero, usted si sirve pa’ esto”, yo tenía 27 años.



                                         HUGO LOAIZA







               Fuera de ser mi ángel, es mi amigo, es el hermano que no tuve y yo sé que, para él,
            soy el hermano que no tuvo. Cuando yo tome mi decisión de cambiar mi rumbo labo-
            ral en Coca-Cola, un año atrás, Hugo me iba indicando como lo debía hacer,  porque,
            aunque parecía fácil, ser promotor de publicidad y ventas de esta compañía, era
            bastante complicado y de mucha responsabilidad, diría que era más complicado que
            ser cajero recibidor.

               Loaiza me decía: “Debe  aprender a conducir  camioneta, aprender locución,
            aprender a comportarse en viajes largos por toda Colombia con el grupo de pu-
            blicidad de Bogotá, porque nosotros (los promotores y el equipo de publicidad)
            somos los de mostrar por parte de la compañía, ante el resto de grupos de trabajo
            de las otras embotelladoras”. Este ángel me preparó para presentar el examen final,
            ante las directivas de la empresa, para que me asignaran en el cargo. Grabábamos mi
            voz, mi estilo, por muchas horas en su apartamento. En mis días libres del trabajo, me
            permitió ser su asistente en la atención de eventos, para que me fuera familiarizando
            con el tejemaneje, del mundo maravilloso (hasta ese momento, desconocido para mi)
            de la publicidad, la imagen de la compañía y de las relaciones públicas.






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