Page 303 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
P. 303

292          Parte III.—Textos: Tohfa, 12, 13
                   Articulo sobre las contemplaciones.

          Ten entendido que el espejo del corazón, cuando se purifica con la
        jaculatoria "No hay más Señor que Dios "  y adquiere el bruñido que
        destruye la roña que lo cubre, se le manifiestan las luces del misterio,
        en la medida de su pulimento [12]. En los comienzos del estado mís-
        tico transitorio, estas luces se  le aparecen bajo la figura de relám-
        pagos y brillos intermitentes que van aumentando en intensidad, hasta
        tomar la apariencia de estrellas, medias lunas, lunas llenas y soles.
        Después, se  ¡e manifiestan ya estas luces, desnudas de toda figura
        concreta, pero teñidas de color, azul unas y verde otras. Cuando ya el
        corazón se ha purificado totalmente, nace una luz semejante a  los
        rayos del sol, y al reflejarse la luz de la Verdad divina en la luz del es-
        píritu, mézclase con la contemplación cierto gusto producido por la
        contemplación misma. A veces, la luz de la Verdad divina aparece sin
        el medio del espíritu y del corazón. Entonces, desaparece de la con-
        templación toda modalidad, toda semejanza, toda analogía, y uno de
        sus necesarios anejos es la confirmación o estabilidad en la morada
        más alta de la perfección espiritual: entonces ya no hay orto ni ocaso
        de la luz contemplada, ni diestra o siniestra, ni arriba o abajo, ni lugar
        o tiempo, ni cerca o lejos, ni noche o día, pues en Dios no hay ama-
        necer ni atardecer. Levántanse los velos y se revela el profundo senti-
        do de su palabra que dice: "Toda cosa perece, menos su rostro." Es-
        tas son las luces de los atributos divinos, que se llaman de la hermo-
        sura, que se muestran en el mundo de la gracia. Las luces de los otros
        atributos divinos, que se llaman de la majestad, las cuales aparecen
        en la morada estable de la contemplación, producen como efecto nece-
        sario ¡a absoluta inconsciencia del éxtasis. A lo primero, surge una luz
        comburente... la cual, luego, al llegar el alma a dicha morada del éx-
        tasis inconsciente, produce en  ella la desaparición de todo ser y  la
        destrucción de toda huella. De modo que las luces de los atributos di-
        vinos de la majestad son comburentes, mientras que las luces de los
        atributos divinos de la hermosura son iluminantes. A veces también,
        las de la majestad son tenebrosas, de modo que la inteligencia no peí-
   298   299   300   301   302   303   304   305   306   307   308