Page 438 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Carismas del corazón      427
       dos los casos en que las criaturas  le mandan hacer algo. Cierto es
       que alguien puede objetar que  el voto hecho por este religioso no
       puede tener otro alcance que  el de resolverse con sinceridad de in-
       tención a obedecer la voz de Dios, siempre que esa voz no  le mande
       cometer algo prohibido. Pero a esta objeción hay que responder que
       no hay tal cosa, pues el voto hecho se limita tan sólo a oír como de
       Dios todo cuanto se le ordene por las criaturas en general y sin res-
       tricción. Y  si  el que nos objeta replicare que "cómo puede ser eso",
       responderemos que si el novicio quiere cumplir su voto en esta mo-
       rada y a la vez no cometer acto alguno prohibido, en el caso de que
       Dios lo someta a alguna de esas pruebas, y la persona que le tiente
       le diga: "Bébete este vino o peca con esta muchacha", deberá res-
       ponderle: "De ninguna manera, pues también estoy cierto (por ha-
       bérselo oído a Dios mismo, fuera de mí y no dentro de mí) de lo si-
       guiente, es a saber: de que Dios me ha hablado y me ha dirigido su
       palabra, por la lengua de su Profeta Mahoma, ordenándome que no
       haga eso que tú me dices. Y cuando yo escuché esa voz profética,
       dije: "Oigo y obedezco." Contraje entonces, por  lo  tanto, también
       un compromiso con Dios de obedecerle en eso. Y este compromiso
       no ha dejado de subsistir cuando yo  entré en  esta morada, pues
       dentro de ella sigue siendo Dios quien me habla y Dios no puede ha-
       blarme por medio de mis pasiones; luego lo que Dios quiere hacién-
       dome oír esas otras voces y súplicas es únicamente el probarme para
       escudriñar bien  lo que hay en mi alma. Y, en efecto, lo que en mí
       encuentra, ¡loado sea Dios!, es que mantengo mi compromiso, aquel
       que contraje cuando me obligué a hacer todo cuanto El me orde-
       nase. Esa voz que ahora me invita a beber vino o a cometer otros
       actos prohibidos, es de Dios de quien la oigo, pero la oigo como una
       prueba a que El me somete, para ver  si cumplo o no  la ley que El
       mismo me hizo también oír por boca de su Profeta  infalible... No
       falto, por consiguiente,  al voto propio de esta morada  ni  [168]  al
       compromiso mío anterior, sino que cumplo a  la vez y obedezco las
       dos voces de Dios, contradictorias entre  sí, y las armonizo, a Dios
       gracias, pensando que la una es la voz infalible de la ley contenida
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