Page 433 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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        Sólo el que alcanza  el grado segundo, siguiente a éste y que vamos
        a explicar, es capaz de descubrir el engaño a que está expuesto.
          Este otro grado, peculiar ya de los más escogidos y más alto que
        el anterior, es mucho más sólido y  útil para la felicidad eterna y en
        él ya no late oculto ningún peligro de ilusión y engaño. Consiste en
        que Dios haga conocer intuitivamente  al místico  las causas üe  los
        fenómenos psíquicos de su propia alma, es decir, todos sus estados
        de conciencia de qué nombre divino proceden por imitación y a qué
        fin tienden. Este grado de iluminación no lo obtienen, sino los mís-
        ticos escogidos, de cuya felicidad eterna se puede ya estar seguro,
        tales como los profetas y los santos. Por eso, el que ocupa este grado
        escogido está ya asegurado contra todo peligro de ilusión y engaño
        espiritual, por cuanto sus movimientos, reposos y pensamientos se rea-
        lizan bajo la garantía de la divina preservación. Y esto es así, por-
        que cuando Dios crea en su alma un fenómeno cualquiera espiritual,
        como le hace saber a la vez cuál sea su causa eficiente y el fin a que
        tiende, resulta que si el fenómeno le ha de conducir a su perdición, se
        volverá atrás el sujeto, antes de que ejerza su influjo real en  el mun-
        do visible y así no  le será moralmente imputable; y  si  el fenómeno
        le ha de conducir a su felicidad eterna, dará gracias a Dios [156] y lo
        atribuirá a la influencia del nombre divino del cual por imitación pro-
        cede, puesto que el sujeto conoce intuitivamente el provecho espiritual
        que para su perfección encierra.
          Aunque este grado de iluminación sea, como hemos dicho, muy
        elevado, existe todavía otro que lo es más, considerado como mora-
        da mística y como revelación divina,  si bien es igual a  él, desde  el
        punto de vista de la felicidad eterna y de la salvación que  al alma
        procura... Es  el que vamos a explicar ahora.
         Has de saber, hijo mío (ayúdete Dios con su gracia y concédate la
        felicidad de alcanzar estas altas moradas), que al sujeto de este gra-
        do de iluminación le da Dios a conocer los misterios que en su alma
        existen, así de parte de Dios mismo como de parte del mundo, en
        una cierta manera que es la siguiente: cuando Dios crea en su espí-
        ritu uno cualquiera de sus estados místicos,  le da a conocer si en su
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