Page 436 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Carismas del corazón       425
       no proceda de ajeno influjo es un capricho del alma"? Y efectivamen-
       te: aunque cargases sobre tus espaldas los montes arrancándolos de
       su asiento y soportases las más duras pruebas que nadie jamás so-
       portó, no estarías en esta morada (1) porque en todos esos actos de
       mortificación no te habrías gobernado y dirigido más que por tu propia
       voluntad y siguiendo los apetitos de tu amor propio, y eso no es em-
       presa ardua para el alma, pues lo único que al alma se le hace grave
       y difícil en extremo es  el someterse de grado a otro; y ello es  así,
       porque  el alma tiende natural y espontáneamente a la supremacía y
       busca la preeminencia, y por eso,  si alguien se le pone delante y se
       ve ella en lugar subalterno y sometida bajo el yugo ajeno y subordi-
       nada al imperio de otro, de manera que sus cosas hayan de ocurrir
       según  la voluntad de ese otro y conformarse con las prescripciones
       positivas y negativas que él le dicte, se le hace esto muy difícil de so-
       portar y muy duro de sufrir, aunque se trate de cosa pequeña. Ahora
       bien, este grado de perfección en que ahora estamos es para el alma
       la muerte de su voluntad. Otra de las condiciones privativas de este
       grado y que otros grados no reclaman es que no se practique ni se
       entre en  él, cuando  el novicio no tenga maestro de espíritu que sea
       su médico para las dolencias que habrán de surgir en su marcha. Dos
       ilustres maestros de espíritu realizaron plenamente la verdadera esen-
       cia de esta morada: Abuabdalá [166]  el Gazal, que vivía en Alme-
       ría, y Abumedín, que vivía en Bugía (2).
          Has de saber, hijo mío, que la entrada en esta morada, y en ge-
       neral en cualquiera otra, es únicamente esto: ligarse  el hombre por
       medio de un voto con Dios, obligándose a cumplirlo y cumpliéndolo
        luego con toda fidelidad, pues  el que no lo cumple está perdido, co-
        mo todo  el que falta a los contratos que con Dios ha hecho.
          Dos son los estados en que pueden encontrarse los que entran en
        esta morada, según que Dios  los someta o no  a prueba. Aquel  a
       quien Dios no lo pone a prueba, se cree que su estado mismo lo pre-

         (1)  Reminiscencia probable del texto de San Pablo (/.' ad Cor., XIII, 1-3).
         (2)  Cfr. supra, parte primera,  II, págs. 60, 74.
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