Page 432 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Carismas del corazón       421
        trariedad que  le ha sobrevenido, pues  si con  la mortificación que  le
       has dado estuviese conforme su voluntad, no se habría alterado su
       ánimo. Ni ¿cómo podría alterarse coincidiendo con su voluntad? Es-
        tos son, pues, los testigos fidedignos inexcusables en  el que preten-
       da verazmente poseer dichos grados de iluminación. El que sin ta-
       les testigos reclame poseerlos, reclama en  falso. Porque, después de
       todo esto, la demostración, exenta de dudas, de que el hombre posee
       de veras estas moradas, se basa en el hecho de que posee la rectitud,
       es decir, la perfecta adecuación, externa e interna, con la gracia, y la
       sujeción a las normas de conducta reveladas por Mahoma.
          [154] Otro de los grados de iluminación consiste en que Dios  le
       dé a conocer la causa eficiente y ocasional por la cual recibe  el ser
       o  el no ser cualquiera de los fenómenos del cosmos, así  el espiritual
       como el no espiritual. Y cuando el místico conoce esa causa, observa
       y averigua  si ejercerá o no su influjo divino, y caso de que vea que
       ha de producir algún efecto, se prepara a recibirlo y advierte de ello
       a sus hermanos, tanto si el influjo ha de ser de perdición para ellos,
       como si ha de serlo de misericordia para alguno de los escogidos; y
       así, se preparan como es conveniente: con actos de gratitud y alaban-
        za al Señor [155] o de humillación y fervorosa súplica para que los
       preserve de los peligros inminentes: inundación, tempestad, terremoto,
        guerra,  etc.,  tal como lo hizo Benbarrachán (1) en su libro titulado
        "Explicación de la Sabiduría" (Kitab ldah al-Hicma), donde anun-
        ció la conquista de Jerusalén, fijando exactamente el año en que ha-
        bía de acaecer... Este alto grado de iluminación no lo alcanza cual-
        quiera, sino tan sólo aquel a quien Dios escoge de entre sus siervos.
        Pero aun siendo como es un alto grado, conviene que quien lo alcan-
        ce no se fíe, pues en  él va oculto  el peligro de sutil ilusión y prueba
        a que Dios quiere someterlo y que no acierta a descubrir cualquiera.

         (1)  Abulháquem Benbarrachán, filósofo, matemático y teólogo místico de
        Sevilla, se distinguió por su afición a la cábala aritmética de los textos  del
        Alcorán para pronosticar sucesos fastos y nefastos. Murió en Marraquex,  el
        año  1141  de  J.  C.  Cfr. Tecmila,  b.  1797, y Goldziher, lbn Barragán, apud
        ZDMG, tomo 68, pág. 544.  (Leipzig,  1914).
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