Page 435 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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424       Parte III.— Textos: Mawaqui, 164,  165, 166
       quien no lo haya logrado realmente y carezca de maestro que lo di-
       rija. Muchos de los sufíes de nuestros días, al penetrar en esta mora-
       da, resbalan sus pies y se extravían y se pierden. La explicación clara
       de este grado se cifra en  lo siguiente: existe en este noble camino
       de la perfección una morada, de la cual el novicio saca como fruto la
       convicción de que todo cuanto oiga lo oye de Dios, de modo que en
       la realidad no ve que le habla nadie sino Dios, y por lo tanto obede-
       ce todo cuanto se  le ordena. Uno de los místicos que logró realizar
       la verdad de esta morada fué Jair el tejedor (1): cuando sacó el fruto
       de esta idea,  al obtener la gracia de este grado, se vió probado por
       Dios del modo siguiente: se encontró [165] a un hombre que le dijo:
       "Tú eres un siervo mío que te llamas Jair el tejedor." Así que lo oyó,
       Jair lo oyó de parte de Dios. El hombre aquel lo empleó varios años
        en tejer y luego, después de transcurrir ese tiempo,  le dijo: "Tú no
        eres siervo mío ni te llamas Jair."
          Así, pues, ahora yo voy con la voluntad de Dios a explicarte la
        manera de comprobar la verdad en esta morada, a fin de que tus pies
        no tropiecen en los dones de Dios.
          Has de saber, hijo mío, que si Dios te hace la gracia de llegar a
        esta morada y yo estoy contigo, ello te bastará para que Dios te libre
        de ser víctima de la ilusión a que esta morada es propicia; y por si
        no estoy yo contigo, Dios me otorgará ahora su gracia para que fá-
        cilmente mi iengua te libre de esa ilusión. Ello estriba en que el hom-
        bre haga acto de voluntad de no escuchar voz alguna que proceda
        de su propia alma  ni de las ideas de su mente, por ser tales voces
        eco de su amor propio y porque  el sujeto no está todavía en el ca-
        mino de la perfección real y verdaderamente, sino que es esclavo de
        sus propios caprichos, aun en los casos en que se esfuerza por obrar
        bien. ¿No ves acaso, cómo decía Dulnún el Misrí (2): "Todo acto que

          (1)  Abulhosain Jair  el tejedor, oriundo de Samarra (en  el Irac), floreció
        en Bagdad, durante  el siglo IX de  J. C. y murió más que centenario, tras una
        vida de ascetismo y enseñanza de  la mística.  Cfr. Axxarani, Tabacat al-su-
        fía  I,  88.
          (2)  Cfr. supra, parte segunda,  IX, pág. 200.
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