Page 439 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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428       Parte ,111.— Textos: Mawaqui, 60-63,
                                      77.J78
        en el libro de Dios y la otra es la voz con que Dios me habla ahora
       para probarme. ¿Ni cómo ha de faltar la armonía entre ambas, si es
       el mismo Dios  el que dice (Alcorán, L, 28): "La palabra no sufre
       cambio en mí"? Cuando El me dice  esto,  advierto, efectivamente,
       que toda voz divina que contradiga  lo que El mismo me ha dicho
        por la lengua infalible de la ley revelada no puede ser más que una
        tentación suya para probarme, pues  si no  lo fuera, no podría venir
        de Dios, al corazón de esa persona que me habla, una cosa que es
        pecado, sino de Satanás, y esto último es imposible que ocurra estan-
        do yo en esta morada. Así, pues, las dos voces, loado sea Dios, son
        para mí veraces: la que oigo, como  si fuera de El mismo, y la otra,
       cuyo cumplimiento hice voto de observar." En esta morada, por con-
        siguiente,  el sufí oye y obedece lo que oye, pero tan sólo tratándose
        de actos lícitos, pues con esta obediencia a lo que otro le manda ex-
        cluye de su alma todo amor propio. Así, por ejemplo, cuando alguien
        le dice: "Cávame un pozo" o "Guárdame un huerto" o "Toma esta
       carta y llévala a fulano a tal ciudad", todos estos actos le son lícitos;
       la ley revelada le permite igualmente el hacerlos o el omitirlos, y por
       eso, esta morada le obliga a practicarlos dentro de este límite, es de-
       cir, porque la orden es oída como de Dios.
          [176] [Los dos últimos grados de los carismas del corazón perte-
        necen ya a la categoría del éxtasis. En  el primero de ambos, el mís-
        tico, engolfado en Dios, pierde la conciencia de todo  lo que no es
        Dios. En el segundo, pierde hasta la conciencia de Dios mismo. Esta
        es la meta última de la ascensión mística.]

            [19.°—LOS CARISMAS NO SON SIGNO DE PERFECCION]
          [60] Todo acto de virtud, realizado con los miembros corpóreos,
        tiene por cimiento un corazón vigilante y atento. Esos actos son, hijo
        mío, los primeros pasos en el camino de la perfección espiritual; pero
        no deben desaparecer del sujeto hasta la muerte, pues  si  el que a la
        perfección aspira y se encamina deja de practicarlos, se engaña por
        completo. Ni tampoco cabe imaginar que deje de practicarlos aquel
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