Page 445 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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434       Parte 111.— Textos: Anwar, 9, 10, 11, 12, 13
        dos; mas aunque  el verdadero camino sea uno solo,  los modos de
        recorrerlo varían, con arreglo a la variedad de los modos de ser de
        quienes lo recorren, es decir, del equilibrio o desequilibrio de su tem-
        peramento, de la constancia o inconstancia del impulso que los mue-
        ve, de la energía o endeblez de su espiritualidad, de la rectitud o ex-
        travío de su intención y de la dirección buena o mala de su marcha.
        Hay quienes reúnen todas estas condiciones; pero hay también quie-
        nes tan sólo poseen algunas: así, por ejemplo, aquel que posee noble
        espiritualidad, pero a quien no  le ayuda su temperamento; y dígase
        lo mismo de las restantes cualidades...
          [11] Has de saber también que los hombres, desde que son crea-
        dos por Dios, sacándolos del no ser al ser, no cesan de recorrer  el
        camino y de hacer este viaje, sin descansar, hasta que llegan al cielo
        o al infierno... Debe primero saber todo hombre discreto que el viaje
        está lleno de dificultades y pruebas, de tribulaciones y peligros y te-
        rribles adversidades [12]. En  él es imposible que haya bienestar o
        tranquilidad o deleite alguno. Las aguas de sus fuentes son de muy
        diversos sabores, y los aires que soplan son dé muy varia dirección
        y el clima de una posada es contrario al de otra. Ahora bien, el viaje-
        ro necesita sólo lo que a su salud conviene, y encuentra, sin embar-
        go, en cada posada lo que el lugar da de  sí, y tan sólo permanece
        allí una noche o una hora y se marcha. ¿Cómo, pues, cabe conce-
        bir  el descanso y  el bienestar en quien así ha de hacer  el viaje? Y
        al hablar de este modo, no nos referimos a las gentes mundanas que
        buscan en  el mundo su bienestar, que sólo por  él obran, que viven
        consagradas a conquistar sus vanidades. Esas gentes que así obran
        son demasiado viles y mezquinas, para que de  ellas nos preocupe-
        mos ni les hagamos caso. Nuestro propósito, al decir aquello, no ha
        sido otro que avisar a quienes pretendan lograr, antes de tiempo y
        con premura,  el  deleite espiritual de  la contemplación, fuera de su
        patria y sólido lugar de asiento, y conseguir fuera de sazón el tran-
        ce extático y la absorción en Dios, por medio de la inconsciencia de
        todo  lo que no es  El. Los grandes maestros de  espíritu repugnan
        efectivamente ese apresuramiento, porque con  él no  se  logra más
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