Page 505 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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       el que hace estar en vela continua, éste el que extenúa y trastorna, afli-
       ge y apena, turba e idiotiza, hasta el punto de formar mala opinión de
       su amado, es decir, del sujeto en  el cual quiere que se realice lo que
       ama, y que el vulgo y los sabios se ilusionan creyendo que es el amado
       mismo.
          En este punto los místicos nos distribuímos en dos grupos. Unos, a)
       contemplar dentro de su fantasía la imagen de ese sujeto en quien ha
        de realizarse lo que ellos aman, ven como con sus propios ojos reali-
        zada esa cosa que aman, se sienten unidos con ella en su imaginación,
        pero experimentando que la unión ésta es mucho más suave y delicada
       que la real, concreta y objetiva. Esta unión imaginativa es la que ocu-
       paba  el espíritu de Cáis El Loco, haciéndole olvidarse de su amada
       Leila, cuando ésta se  le presentaba real y objetivamente, y llegando
        hasta decirle: "¡Apártate de mí!", para que la grosera presencia sensi-
        ble de su amada no le privase de la otra delicada y sutil presencia de
       la fantasía, porque aquella Leila que en su imaginación poseía era
        para él más suave y hermosa que la real y física.
          Este fenómeno es el más sutil que en el amor cabe. El que lo expe-
        rimenta, jamás deja de estar contento, nunca se queja de la separación
        de su amado. Y esta cualidad, que yo poseo en más alto grado que
        todos los amantes, no abunda, porque  la grosera sensibilidad es  lo
        que predomina en ellos. Y la causa de esto es, a nuestro juicio, que
        quien se ha consagrado exclusivamente al amor de las cosas espiritua-
       les, separadas de la materia, a lo más que puede llegar, caso de que
        quiera sensibilizarlas groseramente, es a bajarlas hasta la imaginación,
        pero no más que esto. Ahora bien: aquel espíritu cuyo modo de obrar
        más tosco es el imaginativo, ¿adonde piensas tú que llegará la delica-
        deza de su operación sobre las cosas inmateriales? Por eso, aquel cuya
        vida psicológica sea de tal condición, es  el que mejor puede amar a
        Dios, pues  el término a que llegará en su amor, sin despojar a Dios
        [446] de su semejanza con las criaturas, consistirá en rebajarlo hasta
        la imaginación, que es precisamente lo que el Profeta ordena cuando
        dice: "Adora a Dios como si lo vieses." Y, en cambio, cuando amemos
        alguna cosa de las sensibles y groseras, como sujeto en el cual quera-
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