Page 501 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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490        Parte III.—Textos: Fotuhat, II, 443, 444
        nozca la esencia de Dios, y la esencia de Dios es incognoscible; luego
        también lo será la relación que el amor implica. Claro es que el amor
        es para nosotros algo conocido, porque Dios no habla a sus siervos
        sino en la lengua que éstos usan y dando a las palabras el sentido que
        ellos les dan, y así se atribuye a sí mismo cualidades y relaciones de
        las cosas criadas; pero siempre nos quedamos ignorando la modalidad
        de esas relaciones y atributos.

           ARTICULO ACERCA DE LOS SOBRENOMBRES DEL AMOR
          Has de advertir que el amor, aunque, según dijimos, tenga cuatro
        sobrenombres, sin embargo de esto, a cada uno de ellos responde un
        estado psíquico particular de  él y que no se encuentra en los demás.
        Explicaremos, pues, todo esto.
          Uno de esos sobrenombres es la simpatía o inclinación amorosa.
        Aplícase este sobrenombre a dos especies de inclinación que en el amor
        pueden existir.
          La primera equivale al nacimiento repentino del amor en  el cora-
        zón, a su aparición de improviso, saliendo de lo inconsciente a la con-
        ciencia. La causa que determina  el nacimiento de esta inclinación en
       el corazón puede ser una de tres cosas, o dos de ellas, o todas tres: una
       mirada, una audición, un favor. La causa de mayor y más constante
        eficacia es la mirada, pues la simpatía nacida de ésta no sufre altera-
        ción después de encontrar al amado, mientras que con la audición no
        sucede así, porque se altera la simpatía con  el encuentro, a causa de
        que es imposible que la idea que del amado se formó la fantasía por
        la mera audición, corresponda exactamente a la forma real del amado.
        Y en cuanto a la simpatía nacida del favor o beneficio, también está ex-
        puesta a debilitarse:  el olvido o la negligencia la hacen desaparecer,
        aun subsistiendo el beneficio, a causa de que no está presente la per-
        sona del bienhechor.
          La segunda especie de inclinación amorosa no puede concebirse,
        sin suponer promulgada la ley divina revelada. Es la inclinación a que
       aludía Dios, cuando decía a David: "Juzga entre las gentes con justi-
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