Page 16 - DIALOGOS ACOFAEN LIBRO 1
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ASOCIACIÓN COLOMBIANA DE FACULTADES Y ESCUELAS DE ENFERMERÍA

               cien maneras de escuchar, cien maneras de bailar, de cantar, de pensar, de soñar;
               pero la escuela y la cultura nos roban noventa y nueve.

               Reflexionado sobre lo anterior, se concluye que la escuela y los profesores le robamos
               a  nuestros  estudiantes  o aprendices estas  cien  maneras,  porque  nosotros a veces
               queremos, como educadores o educadoras, que el estudiante piense, conteste y haga
               lo que nosotros queremos, y que la  escuela, con  ese currículum rígido, sea la que
               determine lo que se enseñe al estudiante y que le indique lo que debe hacerse. Son
               aspectos que predominaron y aún persisten de cuando fuimos a la escuela, al colegio
               o  a  la  universidad,  donde  aprendimos  unos  contenidos  rígidos  no  flexibles,
               fragmentados,  obsoletos.  Por  ello  la escuela y  la  cultura nos  quitan  o  quitaron  las
               noventa y nueve cosas que nosotros podríamos hacer.


                                     Además,  en  el  poema  se  habla  de  que  tenemos  cien
                                     manos,  cien  alegrías,  de  que  podemos  entender  y
                                     podemos soñar, pero la escuela nos dice que pensemos
                                     sin  manos,  que  escuchemos,  pero  no  hablemos,  que
                                     actuemos, pero sin cabeza, que dejemos la alegría y el
                                     mundo por fuera. Sin embargo, nosotros debemos repetir
                                     que el cien sí existe.


               Alude,  igualmente,  otras  cosas  como  que  en  la  escuela,  en  el  colegio  o  en  la
               universidad el juego y el trabajo no pueden ir juntos, que la realidad y la fantasía no
               pueden ser iguales, que el cielo y la tierra están separados y que la razón y el sueño
               son cosas que no van unidas, cuando todo es uno solo, nuestra mente y nuestro cuerpo
               son iguales.

               Todo lo anterior nos pone a reexionar acerca de que la escuela nos enseña su mundo,
               su mundo único, y nosotros enseñamos nuestro mundo único, el que nosotros queremos,
               un mundo que se encuentra limitado con contenidos cerrados y que dejamos por fuera
               los noventa y nueve mundos que existen. De ahí que debemos meditar sobre nuestro
               papel de profesores o profesoras, mediadores en cualquier sitio que nos encontremos
               para revindicar nuestro ocio y poder respetar esos cien mundos o lenguajes que tienen
               los otros y las otras. Tengamos presente que la realidad la tenemos por fuera y la
               tenemos dentro del aula de clase, la tenemos en nuestro campo, nuestra familia, en
               todas las cosas y el contexto que está a nuestro alrededor; pero nosotros no dejamos
               entrar  sino  lo  que  nosotros  decimos  y  creemos,  por  ello  la  escuela  castra  nuestra
               comprensión de la realidad. Esto lo reflejamos en nuestro actuar; por ejemplo, cuando
               fuimos a la escuela en nuestra niñez, sólo aprendíamos a repetir lo que nos enseñaban,






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