Page 146 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
ponía pálido y se sentaba en una silla casi desmayado—. Usted
le va a ayudar a ella. Usted puede hacer más que ninguno para
que viva, y su valor es su mejor ayuda.
—¿Qué puedo hacer? —preguntó Arthur, con voz ron
ca—. Dígamelo y lo haré. Mi vida es de ella, y yo daría hasta la
última gota de mi sangre por ayudarla.
El profesor tenía un fuerte sentido del humor, y por co
nocerlo tanto yo pude detectar un rasgo de él, en su respuesta:
—Mi joven amigo, yo no le pido tanto; por lo menos no la
última.
—¿Qué debo hacer?
Había fuego en sus ojos, y su nariz temblaba de emo
ción. Van Helsing le dio palmadas en el hombro.
—Venga —le dijo—. Usted es un hombre, y un hombre
es lo que necesitamos. Usted está mejor que yo, y mejor que mi
amigo John.
Arthur miró perplejo y entonces mi maestro comenzó a
explicarle en forma bondadosa:
—La joven señorita está mal, muy mal. Quiere sangre, y
sangre debe dársele, o muere. Mi amigo John y yo hemos con
sultado; y estamos a punto de realizar lo que llamamos una
transfusión de sangre: pasar la sangre de las venas llenas de
uno a las venas vacías de otro que la está pidiendo. John iba a
dar su sangre, ya que él es más joven y más fuerte que yo (y
aquí Arthur tomó mi mano y me la apretó fuertemente en silen
cio), pero ahora usted está aquí; usted es más fuerte que cual
quiera de nosotros, viejo o joven, que nos gastamos mucho en el
mundo del pensamiento. ¡Nuestros nervios no están tan tranqui
los ni nuestra sangre es tan rica como la suya!
Entonces Arthur se volvió hacia el eminente médico, y le
dijo:
—Si usted supiera qué felizmente moriría yo por ella, en
tonces entendería...
Se detuvo, con una especie de asfixia en la voz.
—¡Bien, muchacho! —dijo van Helsing—. En un futuro
no muy lejano estará contento de haber hecho todo lo posible
por ayudar a quien ama. Ahora venga y guarde silencio. Antes
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