Page 150 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker



                           Del diario del doctor Seward (continuación)
                         8 de septiembre. Estuve toda la noche sentado al lado
                  de Lucy. El soporífero perdió su efecto al anochecer, y despertó
                  naturalmente; parecía un ser diferente del que había sido antes
                  de la operación. Su estado de ánimo era excelente, y estaba
                  llena de una alegre vivacidad, pero pude ver las huellas de la
                  extrema postración por la que había pasado. Cuando le dije a la
                  señora Westenra que el doctor van Helsing había ordenado que
                  yo estuviese sentado al lado de ella, casi se burló de la idea
                  señalando las renovadas fuerzas de su hija y su excelente esta
                  do de ánimo. Sin embargo, me mostré firme, e hice los prepara
                  tivos para mi larga vigilia. Cuando su sirvienta la hubo preparado
                  para la noche, entré, habiendo entretanto cenado, y tomé asien
                  to al lado de su cama. No hizo ninguna objeción, sino que se
                  limitó a mirarme con gratitud siempre que pude captar sus ojos.
                  Después de un largo rato pareció estar a punto de dormirse,
                  pero con un esfuerzo pareció recobrarse y sacudirse el sueño.
                  Esto se repitió varias veces, con más esfuerzo y pausas más
                  cortas a medida que el tiempo pasaba. Era aparente que no
                  quería dormir, de manera que yo abordé el asunto de inmediato:
                         —¡No quiere usted dormirse?

                         —No. Tengo miedo.
                         —¡Miedo de dormirse! ¿Por qué? Es una bendición que
                  todos anhelamos.
                         —¡Ah! No si usted fuera como yo. ¡Si el sueño fuera pa
                  ra usted presagio de horror...!
                         —¡Un presagio de horror! ¿Qué quiere usted decir con
                  eso?
                         —No lo sé, ¡ay!, no lo sé. Y eso es lo que lo hace tan te
                  rrible. Toda esta debilidad me llega mientras duermo; de tal ma
                  nera que ahora me da miedo hasta la idea misma de dormir.
                         —Pero, mi querida niña, usted puede dormir hoy en la
                  noche. Yo estaré aquí velando su sueño, y puedo prometerle
                  que no sucederá nada.
                         —¡Ah! ¡Puedo confiar en usted!
                         Aproveché la oportunidad, y dije:






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