Page 148 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  sangre ya lo estaba afectando. Esto me dio una idea de la terri
                  ble tensión a que debió haber estado sometido el organismo de
                  Lucy, ya que lo que debilitaba a Arthur apenas la mejoraba par
                  cialmente a ella. Pero el rostro de mi maestro estaba rígido, y
                  estuvo con el reloj en la mano y con la mirada fija ora en la pa
                  ciente, ora en Arthur. Yo podía escuchar los latidos de mi cora
                  zón. Finalmente dijo, en voz baja:
                         —No se mueva un instante. Es suficiente. Usted atiénda
                  lo a él; yo me ocuparé de ella.
                         Cuando todo hubo terminado, pude ver cómo Arthur es
                  taba debilitado. Le vendé la herida y lo tomé del brazo para ayu
                  darlo a salir, cuando van Helsing habló sin volverse; el hombre
                  parecía tener ojos en la nuca.
                         —El valiente novio, pienso, merece otro beso, el cual
                  tendrá de inmediato.
                         Y como ahora ya había terminado su operación, arregló
                  la almohada bajo la cabeza de la paciente. Al hacer eso, el es
                  trecho listón de terciopelo que ella siempre parecía usar alrede
                  dor de su garganta, sujeto con un antiguo broche de diamante
                  que su novio le había dado, se deslizó un poco hacia arriba y
                  mostró una marca roja en su garganta. Arthur no la notó, pero yo
                  pude escuchar el profundo silbido de aire inhalado, que es una
                  de las maneras en que van Helsing traiciona su emoción. No dijo
                  nada de momento, pero se volvió hacia mí y dijo:
                         —Ahora, baje con nuestro valiente novio, dele un poco
                  de vino y que descanse un rato. Luego debe irse a casa y des
                  cansar; dormir mucho y comer mucho, para que pueda recuperar
                  lo que le ha dado a su amor. No debe quedarse aquí. ¡Un mo
                  mento! Presumo, señor, que usted está ansioso del resultado;
                  entonces lléveselo consigo, ya que de todas maneras la opera
                  ción ha sido afortunada. Usted le ha salvado la vida esta vez, y
                  puede irse a su casa a descansar tranquilamente, pues ya se ha
                  hecho todo lo que tenía que hacerse. Yo le diré a ella lo sucedi
                  do cuando esté bien; no creo que lo deje de querer por lo que ha
                  hecho. Adiós.
                         Cuando Arthur se hubo ido, regresé al cuarto. Lucy es
                  taba durmiendo tranquilamente, pero su respiración era más
                  fuerte; pude ver cómo se alzaba la colcha a medida que respira
                  ba. Al lado de su cama se sentaba van Helsing, mirándola inten
                  samente. La gargantilla de terciopelo cubría la marca roja. Le
                  pregunté al profesor:



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