Page 152 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                         No tuve ánimos para discutir, sino que me fui a cenar.
                         Lucy subió conmigo, y avivado por su encantadora pre
                  sencia, comí con bastante apetito y me tomé un par de vasos del
                  más excelente oporto. Entonces Lucy me condujo arriba y me
                  mostró un cuarto contiguo al de ella, donde estaba encendido un
                  acogedor fogón.
                         —Ahora —dijo ella—, usted debe quedarse aquí. Dejaré
                  esta puerta abierta, y también mi puerta. Puede acostarse en el
                  sofá, pues sé que nada podría inducir a un médico a descansar
                  debidamente en una cama mientras hay un paciente al lado. Si
                  quiero cualquier cosa gritaré, y usted puede estar a mi lado al
                  momento.
                         No pude sino asentir, pues estaba muerto de cansancio,
                  y no hubiera podido mantenerme sentado aunque lo hubiese
                  intentado. Así es que, haciendo que renovara su promesa de
                  llamarme en caso de que necesitase algo, me acosté en el sofá
                  y me olvidé completamente de todo.
                                  Del diario de Lucy Westenra

                         9 de septiembre. Me siento feliz hoy por la noche. He es
                  tado tan tremendamente débil, que ser capaz de pensar y mo
                  verme es como sentir los rayos del sol después de un largo pe
                  ríodo de viento del este y de cielo nublado y gris. Arthur se sien
                  te muy cerca de mí. Me parece sentir su presencia caliente alre
                  dedor de mí. Supongo que es porque la enfermedad y la debili
                  dad vuelven egoísta, y vuelven nuestros ojos internos y nuestra
                  simpatía sobre nosotros mismos, mientras que la salud y la fuer
                  za dan rienda suelta al amor, y en pensamiento y sentimiento
                  puede uno andar donde uno quiera. Yo sé donde están mis pen
                  samientos. ¡Si Arthur lo supiese! Querido mío, tus oídos deben
                  zumbar mientras duermes, tal como me zumban los míos al ca
                  minar. ¡Oh, el maravilloso descanso de anoche! Cómo dormí,
                  con el querido, buen doctor Seward vigilándome. Y hoy por la
                  noche no tendré miedo de dormir, ya que está muy cerca y pue
                  do llamarlo. ¡Gracias a todos por ser tan buenos conmigo! ¡Gra
                  cias a Dios! Buenas noches, Arthur.
                                  Del diario del doctor Seward

                         10 de septiembre. Fui consciente de la mano del profe
                  sor sobre mi cabeza, y me desperté de golpe en un segundo.





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