Page 156 - Drácula
P. 156
Drácula de Bram Stoker
me sentaré yo mismo junto a la señorita. Usted y yo debemos
observar el caso, y no podemos permitir que nadie más lo sepa.
Tengo razones de peso. No, no me las pregunte; piense lo que
quiera. No tema pensar incluso lo más improbable. Buenas no
ches.
En el corredor, dos de las sirvientas llegaron a mí y me
preguntaron si ellas o cualquiera de ellas podría quedarse por la
noche con la señorita Lucy. Me imploraron que las dejara, y
cuando les dije que era una orden del doctor van Helsing que
fuese él o yo quienes veláramos, me pidieron que intercediera
con el "caballero extranjero". Me sentí muy conmovido por aque
lla bondad. Quizá porque estoy débil de momento, y quizá por
que fue por Lucy que se manifestó su devoción; pues una y otra
vez he visto similares manifestaciones de la bondad de las muje
res. Regresé aquí a tiempo para comer; hice todas mis visitas y
todos mis pacientes estaban bien; y luego me senté mientras
esperaba que llegara el sueño. Ya viene.
11 de septiembre. Esta tarde fui a Hillingham. Encontré a
van Helsing de excelente humor y a Lucy mucho mejor. Poco
después de mi llegada, el correo llevó un paquete muy grande
para el profesor. Lo abrió con bastante prisa, así me pareció, y
me mostró un gran ramo de flores blancas.
—Estas son para usted, señorita Lucy —dijo.
—¿Para mí? ¡Oh, doctor van Helsing!
—Sí, querida, pero no para que juegue con ellas. Estas
son medicinas.
Lucy hizo un encantador mohín.
—No, pero no es para que se las tome cocidas ni en
forma desagradable; no necesita fruncir su encantadora naricita,
o tendré que indicarle a mi amigo Arthur los peligros que tendrá
que soportar al ver tanta belleza, que él quiere tanto, distorsio
narse en esa forma. Ajá, mi bella señorita, eso es: tan bonita
nariz esta muy recta otra vez. Esto es medicinal, pero usted no
sabe cómo. Yo lo pongo en su ventana, hago una bonita guirnal
da y la cuelgo alrededor de su cuello, para que usted duerma
bien. Sí; estas flores, como las flores de loto, hacen olvidar las
penas. Huelen como las aguas de Letos, y de esa fuente de la
155