Page 149 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                         —¿Qué piensa usted de esa señal en su garganta?
                         —Y usted, ¿qué piensa?

                         —Yo todavía no la he examinado —respondí, y en ese
                  mismo momento procedía desabrochar la gargantilla.
                         Justamente sobre la vena yugular externa había dos
                  pinchazos, no grandes, pero que tampoco presagiaban nada
                  bueno. No había ninguna señal de infección, pero los bordes
                  eran blancos y parecían gastados, como si hubiesen sido maltra
                  tados. De momento se me ocurrió que aquella herida, o lo que
                  fuese, podía ser el medio de la manifiesta pérdida de sangre;
                  pero abandoné la idea tan pronto como la hube formulado, pues
                  tal cosa no podía ser. Toda la cama hubiera estado empapada
                  de rojo con la sangre que la muchacha debió perder para tener
                  una palidez como la que había mostrado antes de la transfusión.
                         —¿Bien? —dijo van Helsing.

                         —Bien —dije yo—, no me explico qué pueda ser.
                         Mi maestro se puso en pie.
                         —Debo regresar a Ámsterdam hoy por la noche —dijo—
                  . Allí hay libros y documentos que deseo consultar. Usted debe
                  permanecer aquí toda la noche, y no debe quitarle la vista de
                  encima.

                         —¿Debo contratar a una enfermera? —le pregunté.
                         —Nosotros somos los mejores enfermeros, usted y yo.
                  Usted vigílela toda la noche; vea que coma bien y que nada la
                  moleste. Usted no debe dormir toda la noche. Más tarde podre
                  mos dormir, usted y yo. Regresaré tan pronto como sea posible,
                  y entonces podremos comenzar.
                         —¿Podremos comenzar? —dije yo—. ¿Qué quiere us
                  ted decir con eso?
                         —¡Ya lo veremos! —respondió mi maestro, al tiempo
                  que salía precipitadamente.
                         Regresó un momento después, asomó la cabeza por la
                  puerta y dijo, levantando un dedo en señal de advertencia: —
                  Recuérdelo: ella está a su cargo. ¡Si usted la deja y sucede algo,
                  no podrá dormir tranquilamente en lo futuro!







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