Page 166 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  saliendo a través de las jaulas del jardín. Por lo menos así dice
                  él, pero yo no le doy mucho crédito por mi parte, porque no le
                  dijo ni una palabra del asunto a su mujer al llegar a su casa, y
                  sólo hasta después de la escapada del lobo se conoció; y ya
                  habíamos pasado toda la noche buscando por el parque a Bersi
                  cker, cuando recordó haber visto algo. Yo más bien creo que el
                  vino de la celebración se le había subido a la cabeza.
                         —Bien, señor Bilder, ¿y puede usted explicarse la huida
                  del lobo?
                         —Bien, señor —dijo él, con una modestia un tanto sos
                  pechosa —, creo que puedo; pero yo no sé si usted quedará
                  completamente satisfecho con mi teoría.
                         —Claro que quedaré. Si un hombre como usted, que co
                  noce a los animales por experiencia, no puede aventurar una
                  buena hipótesis, ¿quién es el que puede hacerlo?
                         —Bien, señor, entonces le diré la manera como yo me
                  explico esto. A mí me parece que este lobo se escapó... simple
                  mente porque quería salir.
                         Por la manera tan calurosa como ambos, Thomas y su
                  mujer, se rieron de la broma, pude darme cuenta de que ya ha
                  bía dado resultados otras veces, y que toda la explicación era
                  simplemente una treta ya preparada. Yo no podía competir en
                  pillerías con el valeroso Thomas, pero creí que conocía un ca
                  mino mucho más seguro hasta su corazón, por lo que dije:
                         —Ahora, señor Bilder, consideraremos que este primer
                  medio soberano ya ha sido amortizado, y este hermano de él
                  está esperando ser reclamado cuando usted me diga qué piensa
                  que va a suceder.
                         —Tiene usted razón, señor –dijo él rápidamente—. Me
                  tendrá que disculpar, lo sé, por haberle hecho una broma, pero
                  la vieja aquí me guiñó, que era tanto como decirme que siguiera
                  adelante.
                         —¡Pero..., nunca! —dijo la vieja.

                         —Mi opinión es esta: el lobo ese está escondido en al
                  guna parte, el jardinero dice que lo vio galopando hacia el norte
                  más velozmente que lo que lo haría un caballo; pero yo no le
                  creo, pues, ¿sabe usted, señor?, los lobos no galopan más de lo
                  que galopan los perros, pues no están construidos de esa mane
                  ra. Los lobos son muy bonitos en los libros de cuentos, y yo diría



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