Page 170 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  tengo fuerza para escribir, pero debo hacerlo, aunque muera en
                  el intento.
                         Fui a la cama como siempre, cuidando de que las flores
                  estuvieran colocadas como lo ha ordenado el doctor van Hel
                  sing, y pronto me quedé dormida.
                         Fui despertada por el aleteo en la ventana, que había
                  comenzado desde aquella noche en que caminé sonámbula
                  hasta el desfiladero de Whitby, donde Mina me salvó, y que aho
                  ra conozco tan bien. No tenía miedo, pero si deseé que el doctor
                  Seward estuviera en el cuarto contiguo (tal como había dicho el
                  doctor van Helsing que estaría), de manera que yo pudiera ha
                  blarle en cualquier momento. Traté de dormirme nuevamente,
                  pero no pude. Entonces volvió la antigua angustia de antes de
                  dormirme, y decidí permanecer despierta. Perversamente, el
                  sueño trató de regresar cuando yo ya no quería dormir; de tal
                  manera que, como temía estar sola, abrí mi puerta y grité: "¿Hay
                  alguien allí?" No obtuve respuesta. Tuve miedo de despertar a
                  mamá, y por eso cerré la puerta nuevamente. Entonces, afuera,
                  en los arbustos, oí una especie de aullido de perro, pero más
                  fiero y más profundo. Me dirigí a la ventana y miré hacia afuera,
                  mas no alcancé a distinguir nada, excepto un gran murciélago,
                  que evidentemente había estado pegando con sus alas contra la
                  ventana. Por ello regresé de nuevo a la cama, pero con la firme
                  determinación de no dormirme. Al momento se abrió la puerta y
                  mi madre miró a través de ella; viendo por mi movimiento que no
                  estaba dormida, entró y se sentó a mi lado. Me dijo, más dulce y
                  suavemente que de costumbre:
                         —Estaba intranquila por ti, querida, y entré a ver si esta
                  bas bien.
                         Temí que pudiera resfriarse sentándose ahí, y le pedí
                  que viniera y durmiera conmigo, por lo que se metió en la cama
                  y se acostó a mi lado; no se quitó su bata, pues dijo que sólo iba
                  a estar un momento y que luego regresaría a su propia cama.
                  Mientras yacía ahí en mis brazos, y yo en los de ella, el aleteo y
                  roce volvió a la ventana. Ella se sorprendió, y un poco asustada,
                  preguntó: "¿Qué es eso?" Yo traté de calmarla; finalmente pude
                  hacerlo, y ella yació tranquila; pero yo pude oír cómo su pobre y
                  querido corazón todavía palpitaba terriblemente. Después de un
                  rato se escuchó un estrépito en la ventana y un montón de pe
                  dazos de vidrio cayeron al suelo. La celosía de la ventana voló
                  hacia adentro con el viento que entraba, y en la abertura de las
                  vidrieras quebradas apareció la cabeza de un lobo grande y



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