Page 168 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
pródigo vulpino. El viejo Bilder lo examinó por todos lados con la
más tierna atención, y cuando hubo terminado el examen del
penitente, dijo:
—¡Vaya, ya sabía que el pobre animal se iba a meter en
alguna clase de lío! ¿No lo dije siempre? Aquí está su cabeza
toda cortada y llena de vidrio quebrado. Seguramente que quiso
saltar sobre algún muro u otra cosa. Es una vergüenza que se
permita a la gente que ponga pedazos de botellas en la parte
superior de sus paredes. Estos son los resultados. Ven conmigo,
Bersicker.
Se llevó al lobo y lo encerró en una jaula con un pedazo
de carne que satisfacía, por lo menos en lo relativo a la cantidad,
las condiciones elementales de un ternero gordo, y luego se fue
a hacer el informe.
Yo también me marché a hacer el informe de la única y
exclusiva información que se da hoy referente a la extraña esca
pada del zoológico.
Del diario del doctor Seward
17 de septiembre. Estaba ocupado, después de cenar,
en mi estudio fechando mis libros, los cuales, debido a la urgen
cia de otros trabajos y a las muchas visitas a Lucy, se encontra
ban tristemente atrasados. De pronto, la puerta se abrió de golpe
y mi paciente entró como un torbellino, con el rostro deformado
por la ansiedad. Yo me sobresalté, pues es una cosa casi des
conocida que un paciente entre de esa manera y por su propia
cuenta en el despacho del superintendente. Sin hacer ninguna
pausa se dirigió directamente hacia mí. En su mano había un
cuchillo de cocina, y como vi que era peligroso, traté de mante
ner la mesa entre nosotros. Sin embargo, fue demasiado rápido
y demasiado fuerte para mí; antes de que yo pudiera alcanzar mi
equilibrio me había lanzado el primer golpe, cortándome bastan
te profundamente la muñeca izquierda. Pero antes de que pudie
ra lanzarme otro golpe, le di un derechazo y cayó con los brazos
y piernas extendidos por el suelo. Mi muñeca sangraba profu
samente, y un pequeño charco se formó sobre la alfombra. Vi
que mi amigo no parecía intentar otro esfuerzo, por lo que me
ocupé en vendar mi muñeca, manteniendo todo el tiempo una
cautelosa vigilancia sobre la figura postrada. Cuando mis asis
tentes entraron corriendo y pusimos nuestra atención sobre él,
su aspecto positivamente me enfermó. Estaba acostado sobre el
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