Page 197 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  Allí estaba una pobre muchacha sobreponiéndose a los terrores
                  que naturalmente sentía por la muerte, para ir a hacer guardia
                  solitaria junto al féretro de la patrona a quien amaba, para que la
                  pobre no estuviese solitaria hasta que fuese colocada para su
                  eterno descanso...
                         Debo haber dormido larga y profundamente, pues ya era
                  pleno día cuando van Helsing me despertó al entrar en mi cuar
                  to. Llegó hasta cerca de mi cama, y dijo:
                         —No necesita molestarse por los bisturíes. No lo hare
                  mos.
                         —¿Por qué no? —le pregunté, pues la solemnidad que
                  había manifestado la noche anterior me había impresionado
                  profundamente.
                         Porque —dijo, solemnes demasiado tarde... o demasia
                  do temprano. ¡Vea! —añadió, sosteniendo en su mano el pe
                  queño crucifijo dorado. Esto fue robado durante la noche.
                         —¿Cómo? ¿Robado? —le pregunté con asombro—. Si
                  usted lo tiene ahora...
                         —Porque lo he recobrado de la inútil desventurada que
                  lo robó; de la mujer que robó a los muertos y a los vivos. Su
                  castigo seguramente llegará, pero no por mi medio: ella no sabía
                  lo que hacía, y por ignorancia, sólo robó. Ahora, debemos espe
                  rar.
                         Se alejó al decir esto, dejándome con un nuevo misterio
                  en que pensar, un nuevo rompecabezas con el cual batirme.
                         La mañana pasó sin incidentes, pero al mediodía llegó el
                  abogado: el señor Marquand, de Wholeman, hijos, Marquand &
                  Lidderdale. Se mostró muy cordial y agradecido por lo que ha
                  bíamos hecho, y nos quitó de las manos todos los cuidados rela
                  tivos a los detalles. Durante el almuerzo nos dijo que la señora
                  Westenra había estado esperando una muerte repentina por su
                  corazón desde algún tiempo, y había puesto todos sus asuntos
                  en absoluto orden; nos informó que, con la excepción de cierta
                  propiedad con título del padre de Lucy, que ahora, a falta de
                  heredero directo, se iba a una rama distante de la familia, todo el
                  patrimonio quedaba absolutamente para Arthur Holmwood.
                  Cuando nos hubo dicho todo eso, continuó:
                         —Francamente, nosotros hicimos lo posible por impedir
                  tal disposición testamentaria, y señalamos ciertas contingencias




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