Page 202 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                         Arthur habló sinceramente, como solía hacerlo:

                         —Doctor van Helsing, puede usted hacer lo que desee.
                  Siento que al decir esto estoy haciendo lo que mi Lucy habría
                  aprobado. No lo molestaré con preguntas hasta que llegue la
                  hora.
                         El anciano profesor se puso en pie al tiempo que decía
                  solemnemente:
                         —Y tiene usted razón. Habrá mucho dolor para todos
                  nosotros; pero no todo será dolor, ni este dolor será el último.
                  Nosotros y usted también, usted más que nadie, mi querido ami
                  go, tendremos que pasar a través del agua amarga antes de
                  llegar a la dulce. Pero debemos ser valientes y desinteresados, y
                  cumplir con nuestro deber; todo saldrá bien.
                         Yo dormí en un sofá en el cuarto de Arthur esa noche.
                  Van Helsing no se acostó.

                         Caminó de un lado a otro, como si estuviera patrullando
                  la casa, y nunca se alejó mucho del cuarto donde Lucy yacía en
                  su féretro, salpicada con las flores de ajo silvestre, que despe
                  dían, a través del aroma de las lilas y las rosas, un pesado y
                  abrumador olor en el silencio de la noche.

                                   Del diario de Mina Harker

                         22 de septiembre. En el tren hacia Exéter, Jonathan
                  duerme. Parece que sólo fue ayer cuando hice los íntimos apun
                  tes, y sin embargo, ¡cuánto ha transcurrido entre ellos, en Whitby
                  y en todo el mundo ante mí! Jonathan estaba lejos y yo sin noti
                  cias de él; y ahora, casada con Jonathan, Jonathan de procura
                  dor, socio de una empresa, rico, dueño de su negocio, el señor
                  Hawkins muerto y enterrado, y Jonathan con otro ataque que
                  puede perjudicarlo mucho. Algún día me puede preguntar acerca
                  de ello. Todo va para abajo. Estoy enmohecida en mi taquigrafía;
                  véase lo que la prosperidad inesperada hace por nosotros, por lo
                  que no está mal que la refresque otra vez ejercitándome un po
                  co.
                         El servicio fue muy simple y solemne. Sólo asistimos no
                  sotros mismos y los sirvientes, uno o dos viejos amigos de él de
                  Exéter, su agente en Londres y un caballero representando a sir
                  John Paxton, el presidente de la Sociedad Jurídica. Jonathan y
                  yo estuvimos tomados de la mano, y sentimos que nuestro mejor
                  y más querido amigo nos había abandonado.



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