Page 206 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  carruaje dio rienda suelta a un ataque regular de histeria. Desde
                  entonces se ha negado a admitir que fue histeria, e insiste que
                  sólo fue su sentido del humor manifestándose bajo condiciones
                  muy terribles. Rió hasta que se puso a llorar y yo tuve que bajar
                  las celosías para que nadie nos pudiera ver y malinterpretar la
                  situación; y entonces lloró hasta que rió otra vez; y río y lloró al
                  mismo tiempo, tal como hace una mujer. Yo traté de ser riguroso
                  con él, de la misma manera que se es con una mujer en iguales
                  circunstancias; pero no dio efecto. ¡Los hombres y las mujeres
                  son tan diferentes en su fortaleza o debilidad nerviosa!
                         Luego, cuando su rostro se volvió nuevamente grave y
                  serio, le pregunté el motivo de su júbilo y por qué precisamente
                  en aquellos momentos. Su réplica fue en cierta manera caracte
                  rística de él, pues fue lógica, llena de fuerza y misterio. Dijo:
                         —Ah, usted no comprende, amigo John. No crea que no
                  estoy triste, aunque río. Fíjese, he llorado aun cuando la risa me
                  ahogaba. Pero no piense más que estoy todo triste cuando lloro,
                  pues la risa hubiera llegado de la misma manera. Recuerde
                  siempre que la risa que toca a su puerta, y dice: "¿puedo en
                  trar?", no es la verdadera risa. ¡No! La risa es una reina, y llega
                  cuando y como quiere. No pregunta a persona alguna; no esco
                  ge tiempo o adecuación. Dice: "aquí estoy". Recuerde, por
                  ejemplo, yo me dolí en el corazón por esa joven chica tan dulce;
                  yo doy mi sangre por ella, aunque estoy viejo y gastado; di mi
                  tiempo, mi habilidad, mi sueño; dejo a mis otros que sufran ne
                  cesidad para que ella pueda tener todo. Y sin embargo, puedo
                  reír en su propia tumba, reír cuando la tierra de la pala del sepul
                  turero caía sobre su féretro y decía ¡tud!, ¡tud!, sobre mi corazón,
                  hasta que éste retiró de mis mejillas la sangre. Mi corazón san
                  gró por ese pobre muchacho, ese muchacho querido, tan de la
                  edad en que estuviera mi propio muchacho si bendecidamente
                  viviera, y con su pelo y sus ojos tan iguales. Vaya, ahora usted
                  sabe por qué yo lo quiero tanto. Y sin embargo, cuando él dice
                  cosas que conmueven mi corazón de hombre tan profundamen
                  te, y hacen mi corazón de padre nostálgico de él como de ningún
                  otro hombre, ni siquiera de usted, amigo John, porque nosotros
                  estamos más equilibrados en experiencias que un padre y un
                  hijo, pues aun entonces, en esos momentos, la reina risa viene a
                  mí y grita y ruge en mi oído: "¡aquí estoy, aquí estoy!", hasta que
                  la risa viene bailando nuevamente y trae consigo algo de la luz
                  del sol que ella me lleva a las mejillas. Oh, amigo John, es un
                  mundo extraño, un mundo lleno de miserias, y amenazas, y pro
                  blemas, y sin embargo, cuando la reina risa viene hace que to



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