Page 252 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker
no quedaba nadie en el cementerio, cerró el portón, nos queda
mos tranquilos en el interior. Van Helsing, en vez de su portafo
lios negro, llevaba una funda larga de cuero que parecía conte
ner un bastón de criquet; era obvio que pesaba bastante.
Cuando nos encontramos solos, después de oír los últi
mos pasos perderse calle arriba, en silencio y como de común
acuerdo, seguimos al profesor hacia la cripta. Van Helsing abrió
la puerta y entramos, cerrando a nuestras espaldas. Entonces el
anciano sacó la linterna, la encendió y también dos velas de cera
que, dejando caer unas gotitas, colocó sobre otros féretros, de
tal modo que difundían un resplandor que permitía trabajar.
Cuando volvió a retirar la tapa del féretro de Lucy, todos mira
mos, Arthur temblando violentamente, y vimos el cadáver acos
tado, con toda su belleza póstuma.
Pero no sentía amor en absoluto, solamente repugnan
cia por el espantoso objeto que había tomado la forma de Lucy,
sin su alma. Vi que incluso el rostro de Arthur se endurecía, al
observar el cuerpo muerto. En aquel momento, le preguntó a van
Helsing:
—¿Es realmente el cuerpo de Lucy, o solamente un de
monio que ha tomado su forma?
—Es su cuerpo, y al mismo tiempo no lo es. Pero, espe
re un poco y volverá a verla como era y es.
El cadáver parecía Lucy vista en medio de una pesadilla,
con sus colmillos afilados y la boca voluptuosa manchada de
sangre, que lo hacía a uno estremecerse a su sola vista. Tenía
un aspecto carnal y vulgar, que parecía una caricatura diabólica
de la dulce pereza de Lucy. Van Helsing, con sus movimientos
metódicos acostumbrados, comenzó a sacar todos los objetos
que contenía la funda de cuero y fue colocándolos a su alrede
dor, preparados para ser utilizados. Primeramente, sacó un cau
tín de soldar y una barrita de estaño, y luego, una lamparita de
aceite que, al ser encendida en un rincón dela cripta, dejó esca
par un gas que ardía, produciendo un calor extremadamente
fuerte; luego, sus bisturíes, que colocó cerca de su mano, y des
pués una estaca redonda de madera, de unos seis u ocho cen
tímetros de diámetro y unos noventa centímetros de longitud.
Uno de sus extremos había sido endurecido, metiéndolo en el
fuego, y la punta había sido afilada cuidadosamente. Junto a la
estaca había un martillito, semejante a los que hay en las carbo
neras, para romper los pedazos demasiado gruesos del mineral.
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