Page 248 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                         Era una respuesta que impresionó a todos nosotros,
                  hasta a los más escépticos, y sentimos individualmente que en
                  presencia de un fin tan honrado como el del profesor, que utili
                  zaba en esa labor lo que para él era más sagrado, era imposible
                  desconfiar. En medio de un respetuoso silencio, cada uno de
                  nosotros ocupó el lugar que le había sido asignado, en torno ala
                  tumba; pero ocultos, para que no pudiera vernos ninguna perso
                  na que se aproximase. Sentí lástima por los demás, principal
                  mente por Arthur. Yo mismo me había acostumbrado un poco,
                  debido a que ya había hecho otras visitas y había estado en
                  contacto con aquel horror; y aun así, yo, que había rechazado
                  las pruebas hacía aproximadamente una hora, sentía que el
                  corazón me latía con fuerza. Nunca me habían parecido las
                  tumbas tan fantasmagóricamente blancas; nunca los cipreses,
                  los tejos ni los enebros me habían parecido ser, como en aquella
                  ocasión, la encarnación del espíritu de los funerales. Nunca an
                  tes los árboles y el césped me habían parecido tan amenazado
                  res. Nunca antes crujían las ramas de manera tan misteriosa, ni
                  el lejano ladrar de los perros envió nunca un presagio tan ho
                  rrendo en medio dela oscuridad dela noche.
                         Se produjo un instante de profundo silencio: un vacío
                  casi doloroso. Luego, el profesor ordenó que guardáramos silen
                  cio con un siseo. Señaló con la mano y, alo lejos, entre los tejos,
                  vimos una figura blanca que se acercaba... Una figura blanca y
                  diminuta, que sostenía algo oscuro apretado contra su pecho. La
                  figura se detuvo y, en ese momento, un rayo de la luna se filtró
                  entre las nubes, mostrando claramente a una mujer de cabello
                  oscuro, vestida con la mortaja encerada de la tumba. No alcan
                  zamos a verle el rostro, puesto que lo tenía inclinado sobre lo
                  que después identificamos como un niño de pelo rubio. Se pro
                  dujo una pausa y, a continuación, un grito agudo, como de un
                  niño en sueños o de un perro acostado cerca del fuego, dur
                  miendo. Nos disponíamos a lanzarnos hacia adelante, pero el
                  profesor levantó una mano, que vimos claramente contra el tejo
                  que le servía de escondrijo, y nos quedamos inmóviles; luego,
                  mientras permanecíamos expectantes, la blanca figura volvió a
                  ponerse en movimiento. Se encontraba ya lo bastante cerca
                  como para que pudiéramos verla claramente, y la luz de la luna
                  daba todavía de lleno sobre ella. Sentí que el corazón se me
                  helaba, y logré oír la exclamación y el sobresalto de Arthur
                  cuando reconocimos claramente las facciones de Lucy Westen
                  ra. Era ella. Pero, ¡cómo había cambiado! Su dulzura se había
                  convertido en una crueldad terrible e inhumana, y su pureza en




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