Page 255 - Drácula
P. 255
Drácula de Bram Stoker
hasta que los labios se abrieron y la boca se llenó de espuma
escarlata. Pero Arthur no vaciló un momento. Parecía una repre
sentación del dios escandinavo Thor, mientras su brazo firme
subía y bajaba sin descanso, haciendo que penetrara cada vez
más la piadosa estaca, al tiempo que la sangre del corazón des
trozado salía con fuerza y se esparcía en torno a la herida. Su
rostro estaba descompuesto y endurecido a causa de lo que
creía un deber; el verlo nos infundió valor y nuestras voces reso
naron claras en el interior de la pequeña cripta.
Paulatinamente, fue disminuyendo el temblor y también
los movimientos bruscos del cuerpo, los dientes parecieron mor
der y el rostro temblaba. Finalmente, el cadáver permaneció
inmóvil. La terrible obra había concluido.
El martillo se le cayó a Arthur de las manos. Giró sobre
sus talones, y se hubiera caído al suelo si no lo hubiéramos sos
tenido. Gruesas gotas de sudor aparecieron en su frente y respi
raba con dificultad. En realidad, había estado sujeto a una ten
sión tremenda, y de no verse obligado a hacerlo por considera
ciones más importantes que todo lo humano, nunca hubiera
podido llevar a feliz término aquella horrible tarea.
Durante unos minutos estuvimos tan ensimismados con
él que ni miramos al féretro en absoluto. Cuando lo hicimos, sin
embargo, un murmullo de asombro salió de todas nuestras bo
cas. Teníamos un aspecto tan extraño que Arthur se incorporó,
puesto que había estado sentado en el suelo, y se acercó tam
bién para mirar; entonces, una expresión llena de alegría, con un
brillo extraño, apareció en su rostro, reemplazando al horror que
estaba impreso hasta entonces en sus facciones.
Allí, en el ataúd, no reposaba ya la cosa espantosa que
habíamos odiado tanto, de la que considerábamos como un
privilegio su destrucción y que se la confiamos a la persona más
apta para ello, sino Lucy, tal y como la habíamos conocido en
vida, con su rostro de inigualable dulzura y pureza. Es cierto que
sus facciones reflejaban el dolor y la preocupación que todos
habíamos visto en vida; pero eso nos pareció agradable, debido
a que eran realmente parte integrante de la verdadera Lucy.
Sentimos todos que la calma que resplandecía como la luz del
sol sobre el rostro y el cuerpo de la muerta, era sólo un símbolo
terrenal de la tranquilidad de que disfrutaría durante toda la eter
nidad.
254