Page 254 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  mano que ella hubiera escogido de entre todas, en el caso de
                  que hubiera podido hacerlo."? Díganme, ¿hay alguien así entre
                  nosotros?
                         Todos miramos a Arthur. Comprendió, lo mismo que to
                  dos nosotros, la infinita gentileza que sugería que debía ser la
                  suya la mano que nos devolvería a Lucy como un recuerdo sa
                  grado, no ya infernal; avanzó de un paso y dijo valientemente,
                  aun cuando sus manos le temblaban y su rostro estaba tan páli
                  do como si fuera de nieve:
                         —Mi querido amigo, se lo agradezco desde el fondo de
                  mi corazón destrozado. ¡Dígame qué tengo que hacer y no falla
                  ré!
                         Van Helsing le puso una mano en el hombro, y dijo:
                         —¡Bravo! Un momento de valor y todo habrá concluido.
                  Debe traspasar su cuerpo con esta estaca. Será una prueba
                  terrible, no piense otra cosa; pero sólo durará un instante, y a
                  continuación, la alegría que sentirá será mucho mayor que el
                  dolor que esa acción le produzca; de esta triste cripta saldrá
                  usted como si volara en el aire. Pero no debe fallar una vez que
                  ha comenzado a hacerlo. Piense solamente en que todos noso
                  tros, sus mejores amigos, estaremos a su alrededor, sin cesar
                  de orar por usted.
                         Tome esa estaca en la mano izquierda, listo para colo
                  carle la punta al cadáver sobre el corazón, y el martillo en la
                  mano derecha. Luego, cuando iniciemos la oración de los difun
                  tos..., yo voy a leerla. Tengo aquí el libro y los demás recitarán
                  conmigo. Entonces, golpee en nombre de Dios, puesto que así
                  todo irá bien para el alma de la que amamos y la "muerta viva"
                  morirá.

                         Arthur tomó la estaca y el martillo, y, puesto que su men
                  te estaba ocupada en algo preciso, sus manos ya no le tembla
                  ban en absoluto. Van Helsing abrió su misal y comenzó a leer, y
                  Quincey y yo repetimos lo que decía del mejor modo posible.
                  Arthur colocó la punta de la estaca sobre el corazón del cadáver
                  y, al mirar, pude ver la depresión en la carne blanca. Luego,
                  golpeó con todas sus fuerzas.
                         El objeto que se encontraba en el féretro se retorció y un
                  grito espeluznante y horrible salió de entre los labios rojos entre
                  abiertos. El cuerpo se sacudió, se estremeció y se retorció, con
                  movimientos salvajes; los agudos dientes blancos se cerraron



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