Page 304 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  pero no mencionó ni una sola palabra sobre lo que había suce
                  dido en su visita a la casa del conde. Sin embargo, debe saber la
                  terrible ansiedad que sentía yo. ¡Pobre Jonathan! Supongo que
                  eso debe haberlo afligido todavía más que a mí. Todos estuvie
                  ron de acuerdo en que no siguiera yo adelante en ese horrible
                  asunto, y estuve de acuerdo.
                         Pero, ¡me resulta muy desagradable pensar que me
                  oculta algo! Y ahora estoy llorando como una idiota, cuando, en
                  realidad, sé que todo esto es producto del gran amor de mi es
                  poso y de la buena voluntad de todos esos hombres fuertes.
                         Eso me ha sentado bien. Bueno, algún día me lo contará
                  todo Jonathan, y para evitar que pueda llegar a pensar que le
                  oculto yo también algo, continúo escribiendo mi diario, como de
                  costumbre. Así, si ha temido por mi confianza, debo mostrárselo,
                  incluyendo todos los pensamientos y los sentimientos de mi
                  corazón, para que pueda leerlos claramente. Me siento hoy ex
                  trañamente triste y malhumorada. Supongo que es la reacción a
                  causa de la tremenda emoción.

                         Anoche me acosté cuando se fueron los hombres, senci
                  llamente porque me dijeron que me acostara. No tenía sueño, y
                  sentía una ansiedad enorme. Estuve pensando en todo lo suce
                  dido desde que Jonathan fue a verme a Londres y todo ello pa
                  recía una horrible tragedia, como si el destino impulsara todo
                  hacia un fin siniestro.
                         Todo lo que hacemos, por muy buenas intenciones que
                  tengamos, parece conducir a algo que debe deplorarse profun
                  damente. Si no hubiera ido a Whitby es posible que la pobre y
                  querida Lucy estuviera ahora entre nosotros. No se le había
                  ocurrido visitar el cementerio de la iglesia hasta el momento de
                  mi llegada, y si no hubiera ido allí durante el día no habría regre
                  sado dormida durante la noche, y el monstruo no la hubiera des
                  truido como lo hizo. ¡Oh! ¿Por qué fui a Whitby? ¡Otra vez llo
                  rando! No sé qué me sucede hoy. Debo ocultárselo a Jonathan,
                  puesto que si sabe que he llorado ya dos veces esta mañana, yo
                  que no lloro nunca y que nunca he tenido que derramar una sola
                  lágrima por él, el pobre hombre se desanimará y se preocupará.
                  Debo aparentar un semblante sereno, y si me siento con ganas
                  de llorar, él no debe saberlo. Supongo que es una de las leccio
                  nes que nosotras, las pobres mujeres, tenemos que aprender...
                         No puedo dejar de recordar cómo me quedé dormida.
                  Recuerdo haber oído el ladrido repentino de los perros y un es



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