Page 306 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  te, se había hecho más densa y había entrado en la habitación.
                  Entonces, recordé que había cerrado la ventana antes de acos
                  tarme. Deseaba levantarme para asegurarme de ello, pero una
                  letargia de plomo parecía retener mis miembros y mi voluntad.
                  Permanecí inmóvil; eso fue todo. Cerré los ojos, pero todavía
                  podía ver con claridad a través de los párpados (es maravilloso
                  ver qué trucos tienen los sueños, y de qué manera tan lógica
                  trabaja a veces nuestra imaginación). La niebla se hacía cada
                  vez más espesa, y ya podía ver cómo entraba en la habitación,
                  puesto que la veía como si fuera humo..., o como el vapor blan
                  co del agua en ebullición..., entrando, no por la ventana, sino por
                  debajo de la puerta. Fue haciéndose cada vez más espesa, has
                  ta que pareció concentrarse en una columna de vapor sobre la
                  que alcanzaba a ver la lucecita de la lámpara de gas que brillaba
                  como un ojo rojizo. Las ideas se agolparon en mi cerebro, al
                  tiempo que la columna de vapor comenzaba a danzar en la habi
                  tación y entre todos mis pensamientos me llegaron las frases de
                  las escrituras: "Una columna de vapor por las noches y de fuego
                  durante el día." ¿Se trataba de algún guía espiritual que me lle
                  gaba a través del sueño? Pero la columna estaba compuesta
                  tanto del guía diurno como del nocturno, puesto que el fuego
                  estaba en el ojo rojo que, al pensar en él, me fascinó en cierto
                  modo, puesto que, mientras lo observaba, el fuego pareció divi
                  dirse y lo vi como si se tratara de dos ojos rojos, a través de la
                  niebla, tal y como Lucy me dijo que los había visto en sus diva
                  gaciones mentales, sobre el risco, cuando el sol poniente se
                  reflejó en las ventanas de la iglesia de Santa María. Repentina
                  mente, recordé horrorizada que era así como Jonathan había
                  visto materializarse a aquellas horribles mujeres de la niebla que
                  giraba bajo el resplandor de la luna, y en mi sueño debo haber
                  me desmayado, puesto que me encontré en medio de la más
                  profunda oscuridad.
                         El último esfuerzo consciente que hizo mi imaginación
                  fue el de hacerme ver un rostro lívido que se inclinaba sobre mí,
                  saliendo de entre la niebla. Debo tener cuidado con esos sue
                  ños, ya que pueden hacer vacilar la razón de una persona, si se
                  presentan con demasiada frecuencia. Voy a ver al doctor van
                  Helsing o al doctor Seward para que me receten algo que me
                  haga dormir profundamente; lo único malo es que temo alarmar
                  los.
                         Un sueño semejante se mezclaría en estos momentos
                  con sus temores por mí. Esta noche deberé esforzarme por
                  dormir de manera natural. Si no lo logro, debo lograr que me den



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