Page 305 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  truendo de sonidos extraños, como oraciones en una gama tu
                  multuosa, procedentes de la habitación del señor Renfield, que
                  se encuentra en alguna parte debajo de la mía. Luego, el silen
                  cio volvió a reinar, tan profundo, que me sobresaltó y me levanté
                  para mirar por la ventana. Todo estaba oscuro y en silencio.
                         Las negras sombras proyectadas por la luz de la luna
                  parecían estar llenas de un misterio que les era propio. Nada
                  parecía moverse, pero todo parecía lúgubre y tétrico, de modo
                  que una ligera nubecilla de niebla blanca, que avanzaba con una
                  lentitud que hacía que su movimiento resultara casi impercepti
                  ble, hacia la casa, por encima del césped, parecía tener una
                  vitalidad propia. Creo que esos pensamientos, al hacerme olvi
                  dar los anteriores, me hicieron bien, puesto que al volver a acos
                  tarme sentí un letargo que me embargaba suavemente. Perma
                  necí acostada un rato, pero no lograba conciliar el sueño, de
                  modo que volví a levantarme y a mirar por la ventana. La niebla
                  se estaba extendiendo y se encontraba ya muy cerca de la casa,
                  de tal modo que la vi adosarse pesadamente a las paredes,
                  como si estuviera trepando hacia las ventanas. El pobre hombre
                  hablaba con más fuerza que nunca y, aunque no lograba distin
                  guir bien sus palabras, comprendí que se trataba de una súplica
                  apasionada de su parte. Luego, oí el ruido de un forcejeo y com
                  prendí que los enfermeros se estaban encargando de él. Me
                  sentí tan asustada, que me cubrí la cabeza con las sábanas,
                  tapándome los oídos con los dedos. No tenía sueño en absoluto
                  o, por lo menos, así lo creía, pero debo haberme quedado dor
                  mida, puesto que, con excepción de los sueños, no recuerdo
                  ninguna otra cosa hasta la llegada de la mañana, cuando Jonat
                  han me despertó. Creo que necesité cierto esfuerzo y tiempo
                  para recordar donde me encontraba y que era Jonathan el que
                  estaba inclinado sobre mí. Mi sueño era muy peculiar, y era algo
                  típico, del modo como al despertar los pensamientos se entre
                  mezclan con los sueños.
                         Creí que estaba dormida, esperando a que regresara
                  Jonathan. Me sentía muy ansiosa por él y no podía hacer nada;
                  tenía las piernas, los brazos y el cuerpo con un peso encima, de
                  tal modo que no podía ejecutar ningún movimiento como de
                  costumbre. Así dormí muy intranquilamente, y seguí soñando
                  cosas extrañas. Luego, comencé a sentir que el aire era pesado,
                  húmedo y frío. Retiré las sábanas de mi rostro y, con gran sor
                  presa, vi que todo estaba oscuro. La lamparita de gas que había
                  dejado encendida para Jonathan, aunque muy débil, parecía una
                  chispita roja y diminuta a través de la niebla, que, evidentemen



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