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Drácula de Bram Stoker
—Hasta ahora —dijo—, la noche ha sido verdaderamen
te un éxito para nosotros. No hemos recibido ningún daño, como
hubiéramos podido temer y, además, hemos podido cerciorarnos
de qué número de cajas falta. Sobre todo, me alegro mucho de
que este primer paso que hemos dado, quizá el más difícil y
peligroso de todos, hayamos podido llevarlo a cabo sin que
nuestra dulce señora Mina nos acompañara, y sin que hubiera
necesidad de turbar sus pensamientos, tanto más cuanto que
estaría despierta y dormida pensando en visiones, ruidos y olo
res que nunca podría olvidar. Asimismo, hemos aprendido una
lección, si es que podemos decirlo a particulari: que las bestias
que están a las órdenes del conde no son, sin embargo, dóciles
al espíritu del conde, puesto que esas ratas acudirían a su lla
mado, del mismo modo que llamó a los lobos desde la torre de
su castillo, para que saliera a su encuentro y al de aquella pobre
madre. Aunque las ratas acudieron, huyeron un momento des
pués en desorden, ante la presencia de los perritos de nuestro
amigo Arthur. Tenemos ante nosotros otros asuntos, otros peli
gros y otros temores; y ese monstruo no ha usado sus poderes
sobre el mundo animal por última o única vez esta noche. Sea
que se haya ido a algún otro lugar... ¡Bueno! Nos ha dado la
oportunidad de dar "jaque" en esta partida de ajedrez que esta
mos jugando en nombre del bien de las almas humanas. Ahora,
volvamos a casa. El amanecer esta ya cerca, y tenemos razones
para sentirnos contentos del trabajo de nuestra primera noche.
Es posible que nos queden todavía muchos días y noches llenas
de peligros, pero debemos seguir adelante, sin retroceder ante
ningún riesgo.
La casa estaba sumida en un profundo silencio cuando
llegamos a ella, excepto por los gritos de alguna pobre criatura
que estaba en una de las alas más alejadas y un sonido bajo y
lastimero que salía de la habitación de Renfield. Indudablemen
te, el pobre hombre se estaba torturando, a la manera de los
orates, con pensamientos innecesariamente dolorosos.
Entré en mi habitación de puntillas y encontré a Mina
dormida, respirando con tanta suavidad que tuve que aguzar el
oído para captar el sonido. Parecía más pálida que de costum
bre. Esperaba que la reunión de aquella noche no la hubiera
impresionado demasiado. Me siento verdaderamente agradecido
de que permanezca fuera de nuestro trabajo futuro e incluso de
nuestras deliberaciones. Es una tensión demasiado grande para
que la soporte una mujer. No pensaba así al principio, pero aho
ra sé mucho mejor a qué atenerme. Por consiguiente, me alegro
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