Page 296 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  de abrirlo rápidamente en caso de que tuviéramos que salir de la
                  casa a toda prisa.
                         Entonces, encendimos todos nuestras lámparas y co
                  menzamos nuestra investigación.

                         La luz de las diminutas lámparas caía sobre toda clase
                  de formas extrañas, cuando los rayos se cruzaban unos con
                  otros o nuestros cuerpos opacos proyectaban enormes sombras.
                  No se apartaba de mí el sentimiento de que había alguien más
                  entre nosotros. Supongo que era el recuerdo, sugerido de mane
                  ra tan poderosa por el tétrico ambiente, de la espantosa expe
                  riencia que yo tuviera en Transilvania. Creo que todos nosotros
                  teníamos el mismo sentimiento, puesto que noté que los otros no
                  cesaban de mirar por encima del hombro cada vez que se pro
                  ducía un ruidito o que se proyectaba alguna nueva sombra, tal
                  como lo hacía yo mismo.
                         Todo el lugar estaba cubierto por una espesa capa de
                  polvo. En el suelo, esa capa tenía varios centímetros de profun
                  didad, excepto en los lugares en que se veían huellas de pasos
                  recientes en las que, bajando la lámpara, pude ver marcas de
                  tachuelas. Los muros estaban mohosos y cubiertos de polvo, y
                  en los rincones había gruesas telarañas, sobre las que se había
                  acumulado el polvo, de tal forma que colgaban como trapos
                  desgarrados en los lugares en que se habían roto, a causa del
                  peso que tenían que soportar. En una mesa, en el vestíbulo,
                  había un gran manojo de llaves, cada una de las cuales tenía
                  una etiqueta amarillenta a causa de la acción del tiempo. Habían
                  sido usadas varias veces, puesto que había varias marcas en el
                  polvo similares a la que quedó cuando el profesor levantó las
                  llaves. Van Helsing se volvió hacia mí y me dijo:
                         —Usted conoce este lugar, Jonathan. Ha copiado planos
                  de él, y lo conoce por lo menos mejor que todos nosotros. ¿Por
                  dónde se va ala capilla?
                         Tenía una idea de en dónde se encontraba, aunque du
                  rante mi última visita no había logrado entrar en ella; por consi
                  guiente, los guié y, después de unas cuantas vueltas equivoca
                  das, me encontré frente a una puerta baja, que formaba un arco
                  de madera de roble, cruzada por barras de hierro.
                         —Este es el lugar —dijo el profesor, al tiempo que hacía
                  que reposara la lucecita de su lámpara sobre un mapa de la
                  casa, copiado de mis archivos sobre la correspondencia relativa
                  ala adquisición de la casa. Con cierta dificultad, encontramos la



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