Page 293 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker



                                          XIX



                        Del diario de Jonathan Harker



                              de octubre, a las cinco de la mañana. Salí con el
                              grupo para llevar a cabo la investigación con la
                         1    mente tranquila, debido a que creo que no había
                              visto nunca a Mina tan firme y tan bien. Me alegro
                              mucho de que consintiera en apartarse y dejarnos
                  a nosotros, los hombres, encargarnos del trabajo. En cierto mo
                  do, era como una pesadilla para mí que estuviera mezclada en
                  tan terrible asunto, pero ahora que su trabajo está hecho y que
                  se debe a su energía e inteligencia, así como a su previsión, que
                  toda la historia haya sido reunida, de tal modo que cada detalle
                  tiene significado, puede sentir con todo derecho que ya ha lleva
                  do a cabo su parte y que, en adelante, puede dejar que nosotros
                  nos encarguemos de todo el resto. Creo que estábamos todos
                  un poco molestos por la escena que había tenido lugar con el
                  señor Renfield. Cuando salimos de su habitación, guardamos
                  todos silencio hasta que regresamos al estudio. Una vez allí, el
                  señor Morris dijo, dirigiéndose al doctor Seward:
                         —Dígame, Jack, si ese hombre no estaba representando
                  una escena con el fin de engañarnos, creo que es el lunático
                  más cuerdo que he conocido. No estoy seguro, pero creo que
                  tenía algún fin serio, y en ese caso, es muy cruel que no se le
                  haya dado ni una sola oportunidad.
                         Lord Godalming y yo guardamos silencio, pero el doctor
                  van Helsing añadió:
                         —Amigo John, conoce usted a más lunáticos que yo, y
                  me alegro de ello, porque temo que si fuera yo quien tuviera que
                  decidir, lo hubiera dejado en libertad antes de que se produjera
                  ese ataque de neurosis. Pero vivimos aprendiendo y en el mo
                  mento actual no debemos correr riesgos inútiles, como diría mi
                  amigo Quincey. Todos están mejor como están.
                         El doctor Seward pareció responderles a los dos de un
                  modo preocupado:
                         —Yo lo único que sé es que estoy de acuerdo con uste
                  des. Si ese hombre hubiera sido un lunático ordinario, habría



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