Page 289 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                  cia o por dones naturales, están destinados a ocupar sus lugares
                  respectivos en el mundo en movimiento, los tomo como testigos
                  de que estoy tan cuerdo como, al menos, la mayoría de los
                  hombres que están en completa posesión de su libertad. Y estoy
                  seguro de que usted, doctor Seward, humanista y médico jurista,
                  así como científico, considerará como un deber moral el tratarme
                  como a alguien que debe ser considerado bajo circunstancias
                  excepcionales.”
                         Hizo esta última súplica con un aire de convencimiento
                  que no dejaba de tener su encanto.
                         Creo que estábamos todos asombrados. Por mi parte,
                  estaba convencido, a pesar de que conocía el carácter y la histo
                  ria del hombre, que había recobrado la razón, y me sentí impul
                  sado a decirle que estaba satisfecho en lo tocante a su cordura y
                  que llevaría a cabo todo lo necesario para dejarlo salir del asilo
                  al día siguiente. Sin embargo, creí preferible esperar, antes de
                  hacer una declaración tan grave, puesto que hacía mucho que
                  estaba al corriente de los cambios repentinos que sufría aquel
                  paciente en particular.

                         Así, me contenté con hacer una declaración en el senti
                  do de que parecía estar curándose con mucha rapidez; que con
                  versaría largamente con él por la mañana, y que entonces deci
                  diría qué podría hacer para satisfacer sus deseos. Eso no lo
                  satisfizo en absoluto, puesto que se apresuró a decir:
                         —Pero, temo, doctor Seward, que no ha comprendido
                  usted cuál es mi deseo. Deseo irme ahora... Inmediatamente...,
                  en este preciso instante..., sin esperar un minuto más, si es po
                  sible. El tiempo urge, y en nuestro acuerdo implícito con el viejo
                  escita, esa es la esencia del contrato. Estoy seguro de que es
                  suficiente comunicar a un doctor tan admirable como el doctor
                  Seward un deseo tan simple aunque tan impulsivo, para asegu
                  rar que sea satisfecho.
                         Me miró inteligentemente y, al ver la negativa en mi ros
                  tro, se volvió hacia los demás y los examinó detenidamente. Al
                  no encontrar una reacción suficientemente favorable, continuó
                  diciendo:
                         —¿Es posible que me haya equivocado en mi suposi
                  ción?
                         —Así es —le dije francamente, pero, al mismo tiempo,
                  como lo comprendí enseguida, con brutalidad.



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