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Drácula de Bram Stoker
cia o por dones naturales, están destinados a ocupar sus lugares
respectivos en el mundo en movimiento, los tomo como testigos
de que estoy tan cuerdo como, al menos, la mayoría de los
hombres que están en completa posesión de su libertad. Y estoy
seguro de que usted, doctor Seward, humanista y médico jurista,
así como científico, considerará como un deber moral el tratarme
como a alguien que debe ser considerado bajo circunstancias
excepcionales.”
Hizo esta última súplica con un aire de convencimiento
que no dejaba de tener su encanto.
Creo que estábamos todos asombrados. Por mi parte,
estaba convencido, a pesar de que conocía el carácter y la histo
ria del hombre, que había recobrado la razón, y me sentí impul
sado a decirle que estaba satisfecho en lo tocante a su cordura y
que llevaría a cabo todo lo necesario para dejarlo salir del asilo
al día siguiente. Sin embargo, creí preferible esperar, antes de
hacer una declaración tan grave, puesto que hacía mucho que
estaba al corriente de los cambios repentinos que sufría aquel
paciente en particular.
Así, me contenté con hacer una declaración en el senti
do de que parecía estar curándose con mucha rapidez; que con
versaría largamente con él por la mañana, y que entonces deci
diría qué podría hacer para satisfacer sus deseos. Eso no lo
satisfizo en absoluto, puesto que se apresuró a decir:
—Pero, temo, doctor Seward, que no ha comprendido
usted cuál es mi deseo. Deseo irme ahora... Inmediatamente...,
en este preciso instante..., sin esperar un minuto más, si es po
sible. El tiempo urge, y en nuestro acuerdo implícito con el viejo
escita, esa es la esencia del contrato. Estoy seguro de que es
suficiente comunicar a un doctor tan admirable como el doctor
Seward un deseo tan simple aunque tan impulsivo, para asegu
rar que sea satisfecho.
Me miró inteligentemente y, al ver la negativa en mi ros
tro, se volvió hacia los demás y los examinó detenidamente. Al
no encontrar una reacción suficientemente favorable, continuó
diciendo:
—¿Es posible que me haya equivocado en mi suposi
ción?
—Así es —le dije francamente, pero, al mismo tiempo,
como lo comprendí enseguida, con brutalidad.
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