Page 327 - Drácula
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Drácula de Bram Stoker


                         —Vaya a buscar al doctor van Helsing y ruéguele que
                  tenga la bondad de venir aquí cuanto antes. Quiero verlo inme
                  diatamente.
                         El hombre se fue corriendo y a los pocos minutos apare
                  ció el profesor, en pijama y con sus zapatillas. Cuando vio a
                  Renfield en el suelo, lo miró agudamente y se volvió hacia mí.
                  Creo que reconoció lo que estaba pensando, como si estuviera
                  reflejado claramente en mis ojos, ya que dijo tranquilamente,
                  manifiestamente para que lo oyera el asistente:
                         —¡Qué triste accidente! Necesitará una vigilancia muy
                  atenta y muchos cuidados. Voy a quedarme con usted; pero,
                  ante todo, voy a vestirme. Si quiere usted quedarse aquí, me
                  reuniré con usted en unos momentos.
                         El paciente estaba respirando ahora de manera estentó
                  rea y era fácil comprender que había sufrido alguna herida terri
                  ble. Van Helsing regresó con extraordinaria celeridad, trayendo
                  consigo un maletín con el instrumental de cirugía. Era evidente
                  que había estado pensando y que se había decidido, puesto
                  que, incluso antes de echarle una ojeada al paciente, me susu
                  rró:
                         —Mande salir al asistente. Tenemos que estar solos con
                  él para cuando se recupere de la operación.
                         Por consiguiente, dije:

                         —Creo que eso es todo, Simmons. Hemos hecho ya to
                  do lo que podíamos hacer. Será mejor que vaya a ocuparse de
                  su ronda; el doctor van Helsing va a operar al paciente. En caso
                  de que haya algo extraño en alguna parte, comuníquemelo in
                  mediatamente.
                         El hombre se retiró y nosotros examinamos cuidadosa
                  mente al paciente. Las heridas de su rostro eran superficiales; la
                  verdadera herida era una fractura del cráneo, que se extendía
                  sobre la región motora. El profesor reflexionó durante un mo
                  mento, y dijo:

                         —Debemos reducir la presión y volver a las condiciones
                  normales, tanto como sea posible hacerlo; la rapidez de la sufu
                  sión muestra la naturaleza terrible del daño. Toda la región mo
                  tora parece estar afectada. La sufusión del cerebro aumentará
                  rápidamente, debemos practicar la trepanación inmediatamente,
                  si no queremos que resulte demasiado tarde.




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